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El blog de Silverfox

Población y demografía

La Tierra, un planeta superpoblado (II)

    Recientemente ha aparecido un artículo que trata sobre el crecimiento de la población mundial para lo que resta de siglo XXI, según las últimas previsiones, que estiman que llegará a 11.000 millones de habitantes en 2100 (2.000 más de lo que calculaban estudios realizados anteriormente).

    La mayor parte de este crecimiento se concentrará en África, que pasaría de poco más de 1.000 millones de habitantes en la actualidad a una cifra cuatro veces superior al terminar el siglo actual (debido a la caída de sus índices de mortalidad, mientras la natalidad se mantiene muy alta):

    http://www.abc.es/sociedad/20140918/abci-poblacion-mundial-2100-201409181659.html

    SOCIEDAD

    La población mundial alcanzará los 11.000 millones de personas en 2100

    Son 2.000 millones de personas más de lo que se había estimado en estudios previos

    La población sigue creciendo, y a una velocidad mayor de lo que se pensaba. A pesar de la caída de la natalidad en occidente, de las epidemias en los países más desfavorecidos, de la contaminación y de las guerras, en 2100 se alcanzarán los 11.000 millones de habitantes en el planeta Tierra, 2.000 millones de personas más de lo que se había estimado. Así lo concluye un estudio de la Universidad de Washington y las Naciones Unidas, en el que se ha utilizado por primera vez una moderna herramienta, conocida como estadística bayesiana, que combina toda la información disponible para generar mejores predicciones.

    El estudio, publicado este jueves en la revista «Science», contempla las estimaciones más actualizadas para el futuro de la población mundial así como un nuevo método para crear tales estimaciones.

    «El consenso en los últimos 20 años era que la población mundial, que actualmente es de 7.000 millones crecería hasta los 9.000 millones y se estabilizaría o probablemente disminuiría», señala Adrian Raftery, profesor de Estadística y Sociología la Universidad de Washington y uno de los autores de la investigación. Sin embargo, según los cálculos de este estudio, hay un 70% de probabilidades de que la cifra de habitantes de la Tierra no se estabilice este siglo. «La población había pasado a un segundo plano en la agenda mundial, pero sigue siendo una cuestión muy importante», señala el experto.

    La mayor parte del crecimiento se producirá en África, donde se espera que la población se cuadruplique, pasando de mil millones a cuatro mil millones de personas para final de siglo. La principal razón es que las tasas de natalidad en el África subsahariana no van a disminuir tan rápido como se esperaba. Hay una probablidad del 80% de que la población africana al final del siglo XXI esté entre los 3.500 millones y los 5.100 millones de personas.

    En otras parte del mundo, sin embargo, el aumento será menor. Asia, donde ahora viven 4.400 millones de personas, podría alcanzar los 5.000 millones en 2050 y luego empezar a descender, mientras que las poblaciones de Norteamérica, Europa, América Latina y Caribe se mantendrán por debajo de los mil millones cada una.

    En general, esta nueva herramienta estadística permite a los expertos vaticinar con mayor fiabilidad que hay un 80% de probabilidades de que la población mundial en 2100 esté entre 9.600 y 12.300 millones.

    Las técnicas anteriores se centraban sobre todo en la opinión de expertos para saber cómo se esperaba que cambiaran esas tendencias. En su lugar, este último pronóstico utiliza métodos estadísticos para combinar los datos gubernamentales y las previsiones de los expertos para cuestiones como las tasas de mortalidad, las tasas de fecundidad y la migración internacional.

    El aumento de población podría exacerbar otros problemas mundiales, como el cambio climático, las enfermedades infecciosas y la pobreza, alerta Raftery. Los estudios demuestran que las dos cosas que disminuyen las tasas de fecundidad son un mayor acceso a los anticonceptivos y la educación de las niñas y las mujeres, concluye Raftery.

La Tierra, un planeta superpoblado

    La población mundial alcanzó a finales de 2011 los 7.000 millones de habitantes (actualmente se estima en unos 7.200), una cifra que multiplica por siete la que había en 1.800 (cuando era de cerca de 1.000 millones) o que casi dobla la de 1970 (unos 3.700 millones).

    El crecimiento demográfico ha sido constante en los últimos siglos, pero se ha acelerado después de la Segunda Guerra Mundial, llegando en la década de los 60 a un 2% anual (lo que supone doblar la población cada 35 años), mientras que en la actualidad es del 1%.

    Las proyecciones de la ONU prevén que la población del planeta llegue a 10.000 millones a principios del próximo siglo:

    https://www.un.org/es/development/desa/news/population/population-exceed-10-billion.html

    "La población mundial superará las 10.000 millones de personas en 2100, según proyecciones de un estudio presentado hoy por el Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de la ONU (DESA)."

    Esta superpoblación es causa de graves problemas, como escasez y agotamiento de recursos, sobreexplotación y destrucción del medio ambiente y aumento de los niveles de pobreza, a pesar de los avances científicos y tecnológicos.

    Un ejemplo histórico muy ilustrativo de las consecuencias de la superpoblación se puede encontrar en la Isla de Pascua, que sufrió antes de la llegada de los europeos conflictos internos y una falta de recursos naturales y alimentarios.

    http://es.wikipedia.org/wiki/Isla_de_Pascua#Decadencia_y_dominio_extranjero

    "Se estima que la población de Rapa Nui sufrió una crisis de sobrepoblación en los siglos XV y XVIII, lo que pudo haber provocado guerras entre las tribus con la consiguiente destrucción de los altares ceremoniales y el abandono de las canteras en que se tallaban los moái. Los nativos debieron de padecer periódicamente la escasez de alimentos y comenzaron a vivir en cuevas para protegerse de las incursiones de grupos enemigos, que en ocasiones se realizaban con el objeto de practicar el canibalismo.

    Otras fuentes consideran que las diversas tribus iniciaron una especie de competición en la erección del mayor número de estatuas moái, usando para ello la madera que también usaban para la construcción de canoas. Esto desembocó en la deforestación y la consiguiente imposibilidad de obtener las proteínas de la pesca, desatándose una guerra civil."

    En el mundo actual, este exceso de población no es igual en todas las zonas, pero se hace muy evidente en Asia, sobre todo en el subcontinente indio y el Extremo Oriente.

    En lo que respecta al subcontinente indio, basta con hacer mención a Bangladesh, un país que concentra más de 150 millones de habitantes en apenas 150.000 kilómetros cuadrados (una superficie inferior a la que suman Andalucía y Castilla-La Mancha), por lo que su densidad de población es inmensa: supera los 1.000 habitantes por kilómetro cuadrado (sería como si España tuviese más de 500 millones de habitantes).

    La India es otro país superpoblado. A pesar de su gran extensión (más de tres millones de kilómetros cuadrados), sus más de 1.200 millones de habitantes le suponen una densidad de población de 350 habitantes por kilómetro cuadrado. Su crecimiento demográfico, aunque se ha ido moderando desde los años 70, sigue siendo constante y es probable que a mediados del siglo actual llegue a ser el país más poblado del mundo, superando a China.

    Ya en Extremo Oriente, los ejemplos más evidentes de superpoblación son la isla de Java (una de las principales de Indonesia), con 140.000 kilómetros cuadrados de superficie y unos 140 millones de habitantes (el 60% de la población total indonesia) y Filipinas (antigua colonia española), que tiene 300.000 kilómetros cuadrados (más pequeña que muchos países europeos, como España, su antigua metrópoli, Francia, Alemania, Suecia, Finlandia o Polonia) y ya está a punto de alcanzar los 100 millones de habitantes.

    En cambio, en la propia Asia oriental, pero más al norte, hay otros dos países con altas densidades de población (superiores a 300 habitantes por kilómetro cuadrado), pero tendencias demográficas muy positivas: se trata de Japón y Corea del Sur.

    Japón ha sido históricamente un país de elevada natalidad y fuerte crecimiento demográfico (su población se dobló entre 1880 y 1945), pero hoy día es el más envejecido del mundo. Su población alcanzó un máximo de 128 millones de habitantes en 2010 y ahora tiene un millón menos. Pero esta caída demográfica no ha hecho más que empezar y Japón podría perder más de la mitad de su población durante el siglo XXI:

   

    La pirámide de población japonesa es contundente y no deja lugar a dudas sobre el envejecimiento demográfico del país:

   

 

    Corea del Sur tiene 50 millones de habitantes -de los que la mitad viven en Seúl, su capital, una de las ciudades más grandes del mundo- con una extensión de unos 100.000 kilómetros cuadrados, lo que significa que su densidad demográfica es muy elevada: 500 habitantes por kilómetro cuadrado.

    Sin embargo, este país tiene un crecimiento demográfico cada vez más lento y se prevé que su población se estabilice a corto plazo y después empiece a disminuir.

    La pirámide de población surcoreana muestra una tendencia evidente al envejecimiento, con una fuerte concentración en los grupos intermedios de edad, entre los 30 y los 55 años:

   

       Pasando a otras áreas del mundo, está claro que Europa también está teniendo un comportamiento demográfico muy adecuado: su población tiende a estabilizarse o disminuir. El descenso demográfico ha sido evidente en algunos países del Este, como Bulgaria, que ha perdido un 20% de su población desde finales de los años 80 (pasando de 9 a poco más de 7 millones de habitantes), o Rumanía, con dos millones menos de habitantes que hace 25 años, si bien estos cambios se deben no sólo a un crecimiento natural negativo, sino también a la fuerte emigración de búlgaros y rumanos hacia otros países europeos más desarrollados.

    Los países nórdicos pueden servir como ejemplo; densidades de población bajas y gran desarrollo económico, social y cultural. Suecia tiene 450.000 kilómetros cuadrados (casi tan grande como España) y 9 millones de habitantes, Finlandia supera los 300.000 kilómetros cuadrados y poco más de 5 millones y medio de habitantes y Noruega tiene casi 400.000 kilómetros cuadrados y 5 millones de habitantes.

    También podemos fijarnos en Australia, con sus más de siete millones de kilómetros cuadrados, poco más de 20 millones de habitantes y una economía muy avanzada y una renta per cápita similar a la su antigua metrópoli (Inglaterra) o a otros países europeos desarrollados.

    Por último, África supera ya los 1.000 millones de habitantes y concentra el 15% de la población mundial. Esta proporción irá aumentando, si se tiene en cuenta que África es el continente con un crecimiento demográfico más rápido. Sus principales focos de superpoblación se encuentran en Egipto (85 millones de habitantes concentrados en una estrecha franja en torno al Nilo) y Nigeria, el país más poblado del continente y con un crecimiento explosivo, pues ha triplicado su población en poco más de 40 años (actualmente se estima en 170 millones de habitantes, el doble que Alemania o más que Rusia) y podría superar los 400 millones a mediados del presente siglo (lo que la convertiría en el tercer país más poblado del mundo, sólo superado por India y China, e inmediatamente por delante de Estados Unidos)..

Por qué es recomendable no tener hijos (II)

    Sobre la cuestión de tener hijos, sus defensores lanzan argumentos sobre el amor, desde el punto de vista de la moral judeocristiana, la familia, los valores o el sacrificio. Pero lo que no salta a la palestra son todos aquellos elementos que realmente inciden en la cuestión, empezando por la economía. Hablar de hijos, sin tener en cuenta el factor económico, carece de sentido.

    En primer lugar, antes de la llegada de la agricultura, las poblaciones humanas eran reducidas, nómadas y dispersas. Los "clanes" no eran muy numerosos, simplemente lo suficiente para moverse rápido, buscar comida, cazar y subsistir (estamos hablando de las sociedades prehistóricas de cazadores-recolectores). Sólo la llegada de la agricultura, con el consiguiente abandono de la vida nómada, convirtió al ser humano en una especie mucho más abundante y la razón es así de sencilla: para trabajar el campo hacen falta manos y para defenderlo también. Por eso, a pesar de contar con una enorme mortalidad infantil (que se ha mantenido hasta bien entrado el siglo XIX o incluso principios del siglo XX), los seres humanos empezaron a ganar en número y a incrementar su población.

    Y esto es lo que frecuentemente no se cuenta: que los hijos, a lo largo de la historia, se han tenido como mano de obra (esto sigue ocurriendo en gran parte de África y el sur de Asia), para trabajar desde niños en tareas agrarias y ganaderas. Es muy reciente la idea o sentimiento de querer descendencia por amor; no es algo que se ha haya hecho toda la vida, sino más bien una tendencia relativamente nueva, que ha sido fomentada por el incremento del bienestar general y los sistemas de protección social cada vez más amplios desde la Segunda Guerra Mundial. 

    A medida que la mecánica fue haciendo innecesaria tanta mano de obra, primero en el campo, después en la industria y actualmente, cada vez más, en las oficinas, como sociedades, los índices de natalidad han ido bajando gradualmente en los países occidentales. La clave sigue siendo la misma: ya no es necesaria tanta "mano de obra".

    Esto es una tendencia, en la medida que una sociedad avanza y adquiere unos niveles de producción, a todos los niveles, cada vez más elevados tiene menos necesidad de tener hijos y aumentar su población.

    La realidad es que cada vez es menos necesaria la gente, esto es un hecho incuestionable. Ya lo comentó Santiago Niño Becerra: solo serán necesarios aquellos cuyos conocimientos sean valiosos y muy especializados. Basta con ver las exigencias de las ofertas laborales para darse cuenta.

    Por tanto, o se establece una renta básica general, con el consiguiente problema de que la población sigue siendo demasiado alta, o bien como sociedades vamos lentamente reduciendo el número de componentes, con el consiguiente problema de frustración de miles de ciudadanos o bien terminamos como el rosario de la aurora con una guerra (recordemos el ejemplo histórico de la Isla de Pascua, que sufrió el problema de la superpoblación y la sobreexplotación de su territorio antes de que llegasen los europeos y terminó con el colapso de su sociedad).

    El problema es que seguimos valorando el problema de un modo local. Es decir, nos preguntamos por qué en España nacen tan pocos niños pero la globalización ha hecho que esto sea irrelevante, si faltase mano de obra en España (que no es el caso habiendo casi seis millones de parados), podría sobrar en África, Asia o Latinoamérica. Es decir, sobra gente.

    Quien tenga hijos hoy día debe ser consciente que va a ser una dura batalla sacarlos adelante (mucho más que en el pasado) o es una persona con conocimientos valiosos y especializados o bien su lucha será una continua agonía por su propia supervivencia y la de sus descendientes. Ante todo, es fundamental que no lo haga únicamente "por amor", porque el análisis para tomar esa decisión hace aguas por todas partes.

Sobrepoblación mundial y explosión demográfica

    Amplias zonas del mundo sufren problemas de exceso de población en relación con sus recursos disponibles. La clave de esta sobrepoblación se llama explosión demográfica y ha sido muy visible en el Tercer Mundo por un progresivo descenso de la mortalidad y un mantenimiento de tasas de natalidad altísimas.

    Un ejemplo para que se entienda mejor: si un país tiene unas tasas de natalidad y mortalidad del 40 por mil (indicadores propios de lo que se conoce como "Antiguo Régimen demográfico", por ser comunes en la Europa de antes de la Revolución Francesa) su población no crecerá y se mantendrá igual con el paso de los años. Pero si la mortalidad se reduce a la mitad (en este caso, a un 20 por mil) y la natalidad se mantiene igual, el crecimiento anual será de un 2%, con lo cual la población se duplica en 35 años.

    Algo similar es lo que ha ocurrido en África, el sur de Asia y gran parte de América Latina: se han mantenido los índices de natalidad mientras que la mortalidad ha disminuido mucho por los avances médicos y sanitarios. Aún quedan países con crecimientos de población de más de un 3% anual (que suponen doblar la población en unos 25 años, sólo una generación), pero si nos remontamos a los años 60 y 70 eran muchos más y no sólo en África, sino también en Asia e incluso América Latina (en este último continente, había un buen número de países que tenían tasas de natalidad superiores al 40 por 1000, como Bolivia, Guatemala, Honduras o Nicaragua, mientras sus niveles de mortalidad bajaban rápidamente).

    La sobrepoblación provoca miseria y lucha por los recursos, que son más difíciles de repartir. Basta con fijarnos en algunas zonas del sur y sudeste de Asia, como Bangladesh (un país de menos de 150.000 kilómetros cuadrados, pero con tres veces más población que España), amplias regiones de la India o Filipinas, nuestra antigua colonia de Extremo Oriente, que tiene una densidad de población de cerca de 300 habitantes por kilómetro cuadrado. En cambio, China lleva 50 años aplicando políticas de control de natalidad dirigidas por el Estado y, a pesar de los excesos cometidos, se ha ahorrado muchos de los problemas que sufren otros países asiáticos.

    Por su parte, los países escandinavos (a excepción de Dinamarca) tienen bajas densidades de población (Suecia es casi tan grande como España y tiene 9 millones de habitantes, Finlandia es mayor que Italia y su población es de 5 millones de habitantes), igual que Canadá, casi tan grande como Europa entera pero con poco más de 30 millones de habitantes, Australia y algunas zonas de Estados Unidos.

El mito de que vivimos más y el truco estadístico de la "esperanza de vida"

    El viernes 28 de enero el Consejo de Ministros aprobó el anteproyecto de ley de reforma de las pensiones que retrasa a 67 años la edad de jubilación (que antes se situaba en 65).. Aparte de que no tiene sentido aplazar la edad de jubilación y tener que cotizar más tiempo en un país con casi un 50% de paro juvenil (lo que supone dejar menos puestos vacantes y, por tanto, menos posibilidades de trabajo para los jóvenes, que se ven obligados a emigrar en busca de mejores opciones o prolongar indefinidamente sus estudios), se recurre mucho al tópico de que como la esperanza de vida es más elevada se debería trabajar más años.

    Pero el concepto de esperanza de vida no deja de ser un truco estadístico y su cantidad depende, en gran parte, de la mortalidad infantil. De ahí, se puede deducir fácilmente que no es cierto que actualmente se viva más tiempo por los avances médicos y sanitarios.

    La realidad es mucho más simple: la mortalidad infantil se ha reducido mucho si las comparamos con la que había un siglo, 70 años o incluso desde los años 50. Los datos de niños que morían en sus primeros años de vida reducían la media de forma drástica: en la España de principios del siglo XX, la mortalidad de menores de 1 año rondaba el 200 por mil, lo que significaba que la quinta parte de los niños morían en su primer año de vida. Pero en cuanto un país reduce la mortalidad infantil sube rápidamente la esperanza de vida.

    Pero desde siempre ha habido personas que han llegado a los 90 años incluso centenarios, no es algo exclusivo de nuestros días, ha habido decenas de personajes ilustres de la Antigüedad o Edad Media que han sido muy longevos. Esto es aplicable actualmente a países africanos donde la esperanza de vida no llega a los 50 años: no significa que todo el mundo muera con esa edad. La clave es fijarse en los datos de mortalidad infantil, en esos países más del 10% de los niños mueren en su primer año de vida y entre el 20% y 30% no llegan a la adolescencia. Sin embargo, aquellos que logren superar la infancia en países como Níger, Sierra Leona, Somalia o Mozambique no tendrán muchos problemas para llegar a los 70 u 80 años en unas condiciones similares a las de un país europeo.

    No descartemos tampoco la posibilidad de que en muchos países occidentales disminuya la esperanza de vida en las próximas décadas, debido a factores como el empeoramiento de las condiciones laborales, la contaminación, la mala alimentación y el consumo de tabaco y alcohol. No sería la primera vez en la historia que ocurriese. Para no irnos muy lejos en el tiempo, en algunos países del Este, tras la caída del comunismo, bajó la esperanza de vida. El ejemplo más claro es Rusia: millones de hombres cayeron en el alcoholismo y la esperanza de vida masculina (aunque se esté recuperando gradualmente) bajó hasta los 58 años a finales de los 90, inferior a la de países como la India, Pakistán, Marruecos o Egipto (en los que influye que la mortalidad infantil también es bastante elevada, siempre ha habido muchos hindúes longevos).

¿Tener hijos en la España actual?

    Tener hijos se ve de una forma diferente en el mundo según el nivel de desarrollo económico, social y cultural de los países y zonas: todavía en gran parte de África, el sur y sudeste de Asia y los países andinos tener hijos se ve como una inversión de cara al futuro porque se les puede poner a trabajar en el campo desde niños y están destinados a cuidar a sus padres cuando estos se hacen mayores.

    Además, la elevada mortalidad infantil que aún tienen esos países (y lo mismo en Europa hasta hace 100 años) hace que se tienda a tener muchos hijos, sabiendo que algunos no llegan a superar la infancia o adolescencia (hasta hace pocas décadas, en muchos países africanos la mitad de los niños morían antes de los 15 años).

    Sin embargo, en sociedades occidentales avanzadas y donde más del 80% de la población vive en ciudades los hijos, en vez de una inversión, se ven como una carga, que consume muchísimo dinero y no aporta ningún beneficio hasta, por lo menos, 20 años después de su nacimiento.

    Aparte de que en el caso concreto de la España actual, con los sueldos tan bajos que hay, que además tienden a prolongarse en el tiempo (ahí está el principal problema del mileurismo y la precariedad: que cada vez más gente se lleva años y años estancada en salarios bajos, sin posibilidades de ascender profesionalmente, mientras antes era más fácil progresar, aunque se empezase a base de becas y prácticas) frente a unos impuestos y unos precios de país nórdico, lo raro es que aún quede gente que se anime a tener hijos. Por esa razón, reproducirse se está convirtiendo en una práctica limitada a dos grupos principales: los ricos (banqueros, grandes empresarios, políticos, familia real y alta nobleza, deportistas y cantantes famosos), que para algo se lo pueden permitir, y sobre todo (por su mayor importancia numérica) los inmigrantes, que vienen con las costumbres tercermundistas propias de sus países africanos o sudamericanos: moros del norte de África, negros del resto de ese continente e indios y mestizos de América Latina (los llamados cholos, panchitos o payoponis), especialmente de zonas andinas (además de los gitanos del Este de Europa).

    Teniendo en cuenta el derrumbe de los nacimientos entre los españoles de origen en los últimos 30 años (que ahora se profundizará con la crisis y el envejecimiento de la generación del baby-boom) y la velocidad con la que se reproducen los inmigrantes, en algunas ciudades apenas se ven niños españoles o bien la gran mayoría de los niños que hay por la calle son hijos de inmigrantes. Tampoco nos debe extrañar que en pocos años haya en muchos pueblos y ciudades españoles concejales indios de origen sudamericano o con apellidos árabes. Esto se podría considerar una sustitución étnica en toda regla.

Cae la natalidad, se veía venir

    Los nacimientos caen en España un 5%, el primer descenso en 10 años

    La natalidad se frenó en España en el año 2009 tras un periodo de continuo incremento durante los 10 años anteriores. En concreto, el número de nacimientos descendió un 5% y la tasa de natalidad bajó hasta los 10,73 nacidos por cada mil habitantes, según consta en el informe del INE ’Movimiento Natural de la Población e Indicadores Demográficos Básicos’ hecho público este martes.

    Los nacimientos de madre de nacionalidad extranjera también disminuyeron (un 6%) y representaron el 20,6% total.

    Según el informe del INE, el descenso en el número de nacimientos en España fue resultado del efecto combinado de una reducción progresiva del número de mujeres en edad fértil y de una menor fecundidad.

    De hecho, el Indicador Coyuntural de la Fecundidad (o número medio de hijos por mujer) disminuyó hasta el 1,40, desde el 1,46 registrado en 2008. Esta menor fecundidad se observó en 2009 tanto entre las mujeres de nacionalidad española (cuyo indicador bajó de 1,38 a 1,33), como entre las extranjeras (de 1,81 a 1,69).

    También descendió el número de enlaces matrimoniales: en 2009 se celebraron 175.952 bodas, un 10,8% menos que en el año anterior. Como consecuencia de esta disminución, la tasa bruta de nupcialidad se redujo hasta 3,83 por cada mil habitantes.

    Según los datos del INE, en 36.715 matrimonios entre personas de distinto sexo al menos uno de los cónyuges era extranjero, un 21,3% del total. El 46,8% de estos matrimonios se celebró entre varones españoles y mujeres extranjeras y el 32,1% entre mujeres españolas y varones extranjeros. En el 21,1% de los casos, ambos cónyuges eran extranjeros.

    El número de uniones entre personas del mismo sexo fue de 3.412, con un incremento de 218 respecto al año 2008. En 2.212 de estas uniones ambos cónyuges eran varones y en 1.200 eran mujeres.

    En cuanto a la mortalidad, en el año 2009 se registraron en España 383.486 fallecimientos, un 0,7% menos que en 2008. La tasa bruta de mortalidad disminuyó hasta situarse en 8,35 fallecidos por cada mil habitantes, frente a los 8,43 del año 2008.

    El informe del INE destaca que el frenazo de la natalidad ha reducido el crecimiento natural de la población de España en el año 2009. Así, el saldo vegetativo (diferencia entre el número de nacimientos y defunciones) fue de 109.445. Esta cifra es sensiblemente inferior a la observada en 2008, año en el que se alcanzó el máximo crecimiento vegetativo desde 1985.

    Las comunidades autónomas que registraron mayor crecimiento vegetativo en términos absolutos durante el año 2009 fueron la Comunidad de Madrid (34.362 personas), Andalucía (29.733) y Cataluña (24.842). En términos relativos, los mayores saldos vegetativos por mil habitantes se dieron en la Región de Murcia (5,6%) y la Comunidad de Madrid (5,5%).

   Cabe destacar que seis comunidades registraron más defunciones que nacimientos (Galicia, Castilla y León, Principado de Asturias, Aragón, Cantabria y Extremadura).

    La tasa de natalidad se redujo en todas las comunidades autónomas, salvo en Asturias, donde aumentó una décima respecto a 2008. No obstante, esta comunidad sigue siendo, como en años anteriores, la de más baja natalidad de España (7,9 nacidos por mil habitantes), junto a Castilla y León (8,2) y Galicia (8,3).

    Por su parte, las comunidades autónomas que presentaron en 2009 una tasa de natalidad superior a la media nacional fueron la Región de Murcia (12,8 nacidos por mil habitantes), la Comunidad de Madrid (12,0), Cataluña, (11,7), Andalucía (11,6), Baleares (11,2) y Navarra (11,1).

    http://www.elmundo.es/elmundo/2010/06/22/espana/1277197824.html

 

    Es perfectamente lógico que los índices de nacimientos (y también los de matrimonios) estén empezando a caer en picado y sigan en esa línea durante bastantes años.

    En primer lugar, vamos a tener por delante unos duros años de crisis, con un paro masivo y un rápido empeoramiento de las condiciones laborales, que hace que mucha gente de más de 30 años nunca haya podido ni siquiera independizarse de su familia de origen y más de uno esté volviendo a casa de sus padres después de haber vivido por su cuenta.

    Otro elemento importante es que la generación del baby-boom nacida desde fines de los años 50 hasta la muerte de Franco se va haciendo mayor. Más de la mitad de esa quinta ya ha superado los 40-42 años, lo que significa que a efectos biológicos se le ha pasado el arroz. No podemos dejar de lado que si ha habido un aparente repunte de la natalidad en los últimos años es por dos razones: principalmente, la inmigración (de la que hablaremos en el punto siguiente) y después la abundancia de mujeres de la generación del baby-boom que, en cuanto superaban la oposición de administrativa o profesora de instituto o su empresa las hacía fijas, se decidían a tener niños.

    El tercer punto es la inmigración. Actualmente, más del 20% de los niños nacidos en España son hijos de inmigrantes o al menos tienen un padre extranjero. Los inmigrantes son personas generalmente venidas de países del Tercer Mundo, con una mentalidad completamente distinta a la nuestra en cuanto a reproducirse. Sin embargo, habrá elementos que influyan en que la natalidad de los inmigrantes pueda también reducirse, como el hecho de que algunas familias vayan por la segunda generación y empiecen a adaptarse a nuestras costumbres y la supresión del cheque bebé, que a miles de marroquíes, sudamericanos o negros africanos les habrá sentado como un tiro y hará que muchos se lo piensen a la hora de tener más hijos.

    Un último factor es la posibilidad de una emigración masiva de españoles de entre 20 y 40 años (edad de reproducirse), que acentúe el envejecimiento demográfico y nos convierta más que nunca en un país de ancianos, al revés de lo que dice la película de Bardem ("No es país para viejos").

    No sería de extrañar que tuviésemos a medio plazo una demografía similar a la de Rusia y otros países del Este de Europa, como Rumanía o Bulgaria, que han perdido población en los últimos 20 años (el caso de Bulgaria es muy llamativo, tenía 9 millones de habitantes antes de la caída del comunismo y poco más de 7 ahora, lo que supone una reducción del 20% en apenas una generación; por su parte, Rusia ha perdido casi 10 millones de habitantes desde la desintegración de la Unión Soviética, pero no es una caída tan grande en proporción).

    Pero tengamos en cuenta lo siguiente: en líneas generales, la gente no tiene hijos no porque no quiera (aunque también hay personas que no quieren reproducirse y están en su derecho), sino porque su situación laboral y económica se lo impide. A este paso sólo podrán tener hijos los ricos (políticos, familia real y alta nobleza, banqueros, grandes empresarios, futbolistas y cantantes famosos).

    Lo normal sería tener hijos entre los 25 y los 35 años, aunque sin llegar a índices de nacimientos muy elevados, recordemos que vivimos en un planeta superpoblado. Eso sería lo más lógico, sobre todo porque a partir de los cuarenta los embarazos son más complicados. A este ritmo, nos habituaremos a ver en nuestro propio entorno casos parecidos a los de Salma Hayek, Madonna, Geena Davis, Susan Sarandon, o (por mencionar una famosa española) Ana Rosa Quintana, cuyos hijos bien podrían ser sus nietos.

¿Sobra gente en España?

    Europa es uno de los continentes más densamente poblados del mundo, especialmente su parte occidental y central. Por este motivo, después de la Segunda Guerra Mundial, una de las principales preocupaciones del banco aliado era la posibilidad de que se originasen crisis de subsistencia en una Europa que estaba perdiendo la gran reserva de materia prima que suponían sus imperios coloniales.

    No fue así. La economía europea disfrutó de grandes tasas de crecimiento en los años 50, 60 y primeros 70 (hasta la crisis del petróleo de 1973). ¿Por qué? Porque en aquélla época eran pocos los países con una industria desarrollada, y por ello, el precio de las materias primas era muy bajo, como en el caso del petróleo hasta 1973. Además, las industrias europeas no tenían aún competidores fuera de la órbita occidental. La industrialización de Asia no empezó a extenderse hasta la década de los 80, salvo en algunos países de Extremo Oriente, como Japón, Corea del Sur o Taiwan.

    ¿Cuál es la situación actual? Como efecto de las deslocalizaciones de la producción al Tercer Mundo, cada vez es menor la demanda de trabajadores no cualificados en Europa. Nuestra política migratoria fue suicida: importamos cinco millones de trabajadores no cualificados para el sector de la construcción, aun sabiendo de que esta clase de trabajadores estaba dejando de ser demandado en el resto de Europa. En estos momentos ha estallado la burbuja inmobiliaria, ¿y cuál es el resultado? Millones de parados no cualificados, que probablemente no puedan encontrar ocupación en los próximos años y tengan que vivir de subsidios y ayudas sociales financiadas con nuestros impuestos.

    Por otro lado, debido al enorme crecimiento económico de China y de la India, que se van convirtiendo en dos grandes potencias, se produce un encarecimiento del precio de las materias primas, no sólo del petróleo, sino también sino de algunos minerales como el hierro:

    http://www.eleconomista.es/flash/noticias/2027773/04/10/Alarma-en-la-industria-europea-el-mineral-de-hierro-duplica-su-precio.html

    ¿Consecuencias? Nuestra balanza comercial cada vez será más deficitaria: mayor precio de nuestras importaciones (materias primas y energía) y reducción del volumen de las exportaciones como consecuencia de las deslocalizaciones. A largo plazo, esto se traducirá en unos niveles de ocupación cada vez menores. Si nuestra economía apenas podía sostener a 39 millones de habitantes en los años 90, ¿cómo podría soportar ahora a 47 millones, con un nivel de endeudamiento muy superior, con un aparato productivo-industrial que ha sido en buena medida desmantelado y deslocalizado a países del Tercer Mundo y con una ciencia española que apenas ha sido capaz de proporcionar 2 premios Nobel en un siglo?

    Tengamos en cuenta lo siguiente: durante la época de Franco (y en algunas regiones como Galicia y Asturias desde finales del siglo XIX), buena parte de la "masa laboral" española se encontraba emigrada, y transfería grandes masas de capital en forma de remesas, bien desde Europa bien desde América Latina. Las remesas, así como las divisas que proporcionaba el turismo, fueron uno de los motores del rápido crecimiento y desarrollo económico español en los años 60 y 70, que nos llevó a ser la séptima potencia industrial del mundo.

    Pues bien, ahora tenemos varios millones de inmigrantes que envían remesas a sus países, con lo que incluso la balanza de rentas se ha vuelto deficitaria. ¿Solución? El artículo 22 del Código Civil exige tan sólo dos años de residencia a los ciudadanos latinoamericanos para la adquisición de la nacionalidad española, así que la mayor parte de los inmigrantes se han convertido en españoles a efectos de nuestro ordenamiento jurídico, y no pueden ser expulsados. ¿Emigración española? ¿A dónde? Nuestros parados son trabajadores no cualificados, que Europa no demanda. ¿A dónde irían? Trabajadores de este tipo no son demandados en el mundo, sino todo lo contrario. En el mundo sobra factor trabajo: el que quiera convencerse de esto que de una vuelta por los tugurios de Colombia, las barriadas de Lima o las favelas de Brasil, que están habitadas por personas que no han logrado integrarse en los mercados laborales de sus países.

    En definitivas cuentas España: a) no posee materias primas como Venezuela, Arabia Saudí o Rusia; b) tampoco tiene (ni de lejos) una ciencia y una industria tecnológica como la japonesa o la alemana; y c) los sueldos de sus trabajadores no cualificados no son tan bajos como los marroquíes o los filipinos (aunque, a este paso, pronto serán similares). Todo esto hace que España sea un país con enormes dificultades para exportar, al que le bastaría con 30-35 millones de habitantes y unos 13-14 millones de trabajadores. Una solución podría ser penalizar a los que tengan hijos, suprimir los cheques-bebé y subvencionar generosamente a las personas que decidan no reproducirse.

    Desgraciadamente, una clase política deseosa de financiarse a través de una burbuja inmobiliaria y una población complaciente nos han llevado a tener 47 millones de personas, que difícilmente podrán ser sostenida por una fuerza laboral menguante (en un par de años, menos de 15 millones de trabajadores activos) a consecuencia de la escasa capacidad exportadora española.