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El blog de Silverfox

Economía

Problemas estructurales de la economía española

    Haciendo una pequeña introducción a los problemas estructurales de la economía española, se dice que su transformación se produce a finales de los años 50 del siglo XX, con el Plan de Estabilización y la aprobación de los Planes de Desarrollo. El país experimenta un rápido proceso de industrialización, que le lleva a ser la séptima potencia mundial, se crea una amplia clase media, aumentan los sueldos, se descubre el turismo y, si bien con grandes esfuerzos (es la época del pluriempleo), el nivel de vida de los españoles crece de forma inapelable. A partir de la década de los 70 ya se empieza a hablar mucho de inflación y sobre todo, de crisis de petroleo (1973). A partir de aquí, el paro ha sido un problema permanente que no se ha conseguido eliminar. Sólo muchos años después se consiguió reducir a unos límites razonables (en torno al 10% de la población activa), pero de nuevo la actual crisis financiera ha provocado unos índices alarmantes en muy pocos años.

    Parece pues que el capitalismo moderno ha funcionado en España de forma más o menos continua hasta el final del franquismo. A partir de ahí, se puede afirmar que la clase media española no se ha hundido, pero parece que el sistema ha dejado de funcionar correctamente. Los empresarios afirman que el trabajador español recibe mucho dinero, es difícil despedirlo y que hay que hacer "reformas" sobre los gastos del Estado y las formas de contratación, sin decir exactamente qué es lo que se quiere hacer. Posiblemente, eso sea aplicable a personas de cierta edad, con leyes laborales heredadas de épocas anteriores, pero no tanto a la gran cantidad de jóvenes que subsisten mediante becas "de formación" o contratos por obra y servicio en condiciones bastantes precarias.
 
 
    Hay incluso teorías sociológicas que sostienen que el español no es un sujeto muy maleable al capitalismo y a su filosofía (véanse las teorías de Weber de división entre países católicos y protestantes) o que para el español el trabajo es una forma de estar fuera de casa ocho horas, ganar un sueldo y después vivir. O sea, que el trabajo es parte de la vida, no la vida misma, por lo menos de forma permanente. De ahí que algunas personas que gozan de una posición dentro de la clase media no trabaje lo suficiente. Es un asunto del que se ha hablado mucho pero pocos parecen tenerlo muy claro. 

Los funcionarios y sus sueldos

    Ante la dureza de la crisis, no son pocos los españoles que proponen congelar indefinidamente, e incluso reducir los sueldos de los funcionarios, con tal de cuadrar las cuentas del Estado y reducir el déficit público, que ha crecido de forma imparable en los últimos años.

    No obstante, debemos recordar que la mayoría de los funcionarios no tienen unos sueldos tan elevados, como algunas personas creen. En algunos casos, como los Auxiliares Administrativos del Estado, apenas superan los 1.000 euros. Si les bajamos su sueldo que, de entrada, es más bien pequeño, ¿cómo se iban a ver cobrando esa cantidad, sobre todo en grandes ciudades donde la vida es más cara? ¿Viviendo con sus padres toda la vida, hasta que les llegue el momento de heredar el piso? Con un sueldo semejante en Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza o las capitales vascas cualquier persona caería en la pobreza si tuviera que vivir por su cuenta, o bien perdería mucho nivel de vida.

    Los funcionarios han perdido gran parte de su poder adquisitivo en los últimos 30 años y han sufrido varias congelaciones salariales. Un funcionario de los grupos más bajos podía vivir bastante bien en los años 80 con su salario, pero ahora muchos de ellos (y hasta de grupos intermedios, como Administrativos o Técnicos de Grado Medio) se quedan en casa de sus padres, incluso bastante años después de sacar la plaza, porque no pueden independizarse o perderían mucha calidad de vida si lo hiciesen, como se ha explicado en el párrafo anterior.

    En cambio, no parece que pueda decirse lo mismo de los políticos en general, desde el presidente del Gobierno y los ministros hasta los concejales de pueblo, pasando por los diputados o los alcaldes de grandes municipios, la familia real (la monarquía es una rémora y una institución anticuada que no tiene sentido mantener en pleno siglo XXI) o los banqueros y grandes empresarios, que si se ven en apuros o bajan un poco sus cuentas de beneficios recurren al Estado (del que no querían saber nada cuando les iba bien) para que les eche una mano y les financie con dinero de nuestros impuestos (¿nadie recuerda los 150.000 millones de euros, el 15% del PIB español, que el Gobierno dio a los bancos para rescatarlos hace un año y medio?).

    Tampoco dejemos de lado las grandes cantidades de dinero que el Estado despilfarra en partidas muy variadas, como subvencionar a las ONG's (que deberían ser independientes y "no gubernamentales", como su propio nombre indica), a los sindicatos, que tendrían que financiarse mediante las cuotas de sus afiliados, o a las religiones, empezando por los 5.000 millones que dona a la Iglesia todos los años. Probablemente, si se emprendiesen serios recortes en esas partidas y se dejase de subvencionar con dinero público a bancos en quiebra y empresas ineficientes, en vez de reducir Ofertas de Empleo Público (con el riesgo de que muchos servicios queden desasistidos) o congelar sueldos de funcionarios, se conseguiría reducir considerablemente el déficit del Estado.

Derrumbe y perspectivas de la industria española

    España hace poco más de treinta años llegó a ser la séptima potencia industrial del mundo y contaba con sectores muy potentes, como el siderúrgico, el automovilístico, el naval o el textil. No obstante, en la actualidad se está produciendo un hundimiento de la industria española. Cada vez son más las empresas que cierran y aquellas que no se plantean llevar a cabo inversiones, el coste de factores esenciales como el gas y la electricidad superan ampliamente los de nuestros principales competidores y la asfixiante presión fiscal sobre las empresas no deja lugar a dudas el futuro desolador de la industria. Los datos dan miedo: según el Banco de España, la producción industrial cayó un 24,6% en 2009, ¿se puede llamar a esto desaceleración?. No, es sencillamente una caída en picado y el comienzo de la destrucción del tejido productivo español, constituido en gran parte por pequeñas y medianas empresas (PYME's).

    Se propone fomentar la Investigación y Desarrollo (I+D) para buscar la solución a este problema. Aunque es una idea muy apropiada, no es tan fácil ponerla en práctica. ¿Cómo se puede hablar de innovar en un país donde el sistema de enseñanza ha sido literalmente arrasado por nuestros políticos a partir de la implantación de la LOGSE a principios de los 90 que ha creado una generación de analfabetos y ha desterrado la cultura del esfuerzo, dedicación y trabajo bien hecho? ¿Los industriales españoles se asemejan en cuanto a su formación con los holandeses, alemanes o suecos?

    Hablar de I+D en España, donde la mayoría de los políticos tienen un bajo nivel de preparación, es un insulto a la inteligencia y una burla hacia los españoles más lúcidos. Nuestros políticos se ocupan de realizar inversiones sin orientación productiva en sectores inviables, nuestras industrias soportan los mayores costes financieros no sólo de Europa, sino de toda la OCDE y mantienen los costes energéticos más caros de Europa.

    Tenemos una economía que desprecia la producción y se centra en actividades de tipo especulativo principalmente hipotecarias, en lugar de incrementar el tejido productivo. Este modelo económico basado en la especulación existe desde hace una generación y se configuró en los años 80, cuando los gobiernos de Felipe González se encargaron de desmantelar buena parte del potencial industrial español con el pretexto de que las fábricas eran obsoletas y la única opción era cerrarlas, mediante el eufemismo de "reconversión", en vez de modernizarlas. Todavía algunos recuerdan la frase de Solchaga, cuando fue ministro en aquellos años: "La mejor política industrial es la que no existe".

    Mientras tanto, los costes se incrementan, la competitividad se hunde, las ventas y exportaciones caen, y la inversión está desapareciendo. Si no se endereza esta situación tan delicada, España camina hacia el atraso hasta niveles propios de países andinos o centroamericanos y nosotros somos sus victimas. De hecho, las generaciones jóvenes tendrían unos niveles de pobreza similares a los de esos países latinoamericanos si no contasen con el apoyo económico de sus padres, en muchos casos bien situados y con sueldos elevados.

    ¿Qué le puede quedar a España? Servicios, turismo y agricultura.

    Aunque se tomen iniciativas acertadas en inversiones de futuro para que nuestra industria sea competitiva y genere empleo, los plazos (siendo optimistas) pueden llegar a ser de 10 a 20 años. Demasiado lejanos.

    Es necesario realizar unos cambios muy profundos en la economía de nuestro país y mientras España debería avanzar lentamente hacia un futuro mejor.

    Podríamos cambiar las políticas económicas, para que nuestro país siente las bases necesarias para crecer con fortaleza y criterio industrial, creando un tejido apropiado y competitivo. Aquí es fundamental cambiar el papel de las Administraciones Públicas, que éstas no sean el impedimento para la creación de negocios o empresas y se reduzcan los trámites administrativos.

Un ejemplo de la pérdida de capacidad adquisitiva del trabajador español

    Comparación real de la disminución de poder adquisitivo de la clase trabajadora en los últimos 30 años:


Año 1978

 

Salarios:


Salario base administrativo de 2ª de Talleres Norvasa: 28000 pts. (168 € actuales) al mes

Salario mínimo interprofesional (SMI) de la época: 18000 pts. (108 €) mensuales.

 

Valor inmueble:


Piso de 90 m2. En extrarradio de una gran capital: entre 400.000 y 600.000 pts. (2400 a 3600 €)


Carburantes:

 

Litro de gasolina: 24 pts. (14 céntimos de euro)

 


Varios:


Periódico: 8 pts. (5 cts. de euro)

Transporte público: 5 pts. (3 cts. de euro)

Barra de pan: 9 pts. (menos de 6 cts. de euro)

 


Año 2007

 

 

Salarios:

 

Salario base administrativo de 2ª en Talleres Norvasa: 872 € mensuales


Salario mínimo interprofesional (SMI): 570 € mensuales

 

Valor inmueble:

 

Piso de 90 m2. En extrarradio de una gran capital: entre 220.000 y 350.000 €

 

 Carburantes:

 

 Litro de gasolina: 1.10 €

 

 

Varios:

 

Periódico: 1 €

Transporte público: 1 €

Barra de pan: 55 cts.

 

Con estos datos se puede asegurar lo siguiente:

 

Un trabajador medio podía comprar en 1978….


1 piso con 17 mensualidades

1166 litros de gasolina con 1 mensualidad

3500 periódicos con 1 mensualidad

5600 billetes de autobús con 1 mensualidad

3111 barras de pan con 1 mensualidad

 


Un trabajador medio puede comprar en 2007…

 

1 piso con 320 mensualidades

792 litros de gasolina con 1 mensualidad

872 periódicos con 1 mensualidad

872 billetes de autobús con 1 mensualidad

1585 barras de pan con 1 mensualidad

 

Sobre la reducción de la Oferta de Empleo Público (OEP) y los funcionarios

    La vicepresidenta Elena Salgado ha anunciado esta mañana en Radio Nacional de España (RNE) que por cada diez funcionarios que se jubilen sólo se repondrá a uno; es decir, que se amortizarán el 90% de las plazas. Sin embargo, no se reconoce que se están suprimiendo miles de puestos necesarios al reducir la Oferta de Empleo Público, a pesar de la oleada de jubilaciones que se avecina para los próximos diez a quince años, y produciendo una "becarización" (y también precarización) de la Administración Pública.

    ¿Cómo funciona el procedimiento? Muy sencillo: se jubilan los funcionarios en cuestión y se amortizan las plazas, eliminándolas de la Relación de Puestos de Trabajo (RPT). Pero como el trabajo que hacían sigue siendo necesario en muchos casos, se les sustituye por becarios, que con suerte cobran la mitad, no tienen contrato ni están dados de alta en la Seguridad Social y sufren una precariedad laboral espantosa, aunque sean licenciados con masters u otros posgrados, idiomas y muy puestos en nuevas tecnologías (si bien no tienen la experiencia práctica de un trabajador que lleva años ejerciendo su profesión).

    En esas condiciones, a nadie le debe extrañar que haya personas preparadísimas que siguen con más de 30 años dependiendo de las becas "de formación", y más que habrá si congelan la Oferta de Empleo Público (o bien se irán al extranjero a buscarse la vida, no cabe duda de que la emigración de personal cualificado va a ser un fenómeno social de primer orden en la España de los próximos años).

    Además si no salen plazas de oposiciones se vendrá abajo el último reducto de empleo estable que quedaba en este país, al menos para los más jóvenes (no hablemos aquí de los cincuentones que tienen contratos blindados y no se les echa ni con agua caliente, porque su despido sería una ruina para la empresa, o bien saldría más caro que pagarles religiosamente la nómina todos los meses aunque no hagan nada y lleven 30 años sin actualizarse ni aprender nada nuevo). ¿Qué salidas pretenden los del Gobierno que busque la gente si no consigue una estabilidad, emigrar masivamente al extranjero, como hace 50 años, jugar todas las semanas a la quiniela y la lotería por si hay suerte y toca algo, aunque sean pedreas, ligarse una famosa y pegar el braguetazo o estar de becario-precario hasta la jubilación y heredar el piso de sus padres con 50 y tantos?

    Pero los que tanto se quejan de los funcionarios, como si estos fueran los causantes de todos los males de España, suelen ser empleados de la privada, quemados y amargados, de esos que los fines de semana mientras cenan con sus colegas ponen a parir a su jefe, pero después son los más pelotas del mundo: por ejemplo, si su boss tiene un niño y se hace una colecta en el trabajo, son con diferencia los que más dinero aportan, quizá esperando que les caiga un ascenso o un aumento de sueldo. Además de envidiosos, tienen menos luces que una patera, muchos votan al PSOE, son monárquicos a tope y ven estupendo que los Borbones se lleven dinero del Estado todos los años por no hacer nada o se alegran de que su ídolo del fútbol o cantante favorito cobre una riada de millones de euros al año, como si Cristiano Ronaldo o Alejandro Sanz les fuesen a regalar algo.

    O bien son personas que se quejan a todas horas de la juventud, de que la gente se va de casa a los 40 años (y cada vez más tarde) porque es muy floja o está muy cómoda viviendo con los padres o de que la natalidad no sube ni de milagro. ¿Qué esperan que haga un becario o un contratado por obra y servicio que difícilmente llega a 1.000 euros de sueldo mensual, que comparta a los 30 un piso-patera o se vaya a vivir bajo un puente? Si alguien vive con sus padres a esa edad es muy raro que lo haga por gusto, lo màs probable es que no le quede más remedio y que esté hasta las narices de tener que dar explicaciones y de que le impongan sus normas, como si fuese un crío de 12 años. Y tener hijos, ni pensarlo, ¿alguien con dos dedos de frente puede pretender que los mileuristas se pongan a fabricar bebés como conejos, aunque no tengan con qué mantenerlos y se vean obligados a encasquetarlos a los abuelos o a un tío soltero que no tenga otra cosa mejor que hacer que criar a los hijos de otra persona, e imiten las costumbres tercermundistas de los inmigrantes árabes y sudamericanos?

    Incluso, hay funcionarios de los grupos más bajos (como auxiliares administrativos o conserjes) que sacaron plaza hace varios años y todavía viven con sus padres, sobre todo en grandes ciudades, como Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza o las capitales vascas, donde la vivienda es más cara. Pero es igual, todavía hay gente que se cree que los funcionarios ganan millones, viven en La Moraleja, en Pedralbes o en chalets de La Palmera, comen caviar Beluga todos los días y coleccionan coches deportivos.

Más pruebas de la viabilidad de las pensiones

    Observando diversos comportamientos y actitudes, da la sensación que la mayoría de los españoles se han dejado convencer y creen que realmente las pensiones no son viables. Es decir, otorgan credibilidad al discurso oficial. Pero se puede demostrar que la inviabilidad del sistema de pensiones no deja de ser un mito que, si se analiza en profundidad, carece de bases sólidas.

    Un mito es una creencia popular fundada en diferentes razones y que la mayoría de la gente da por buena, pero que es claramente falsa, o en cualquier caso sólo una verdad a medias.

    Primer mito: España ya gasta mucho en pensiones

    FALSO: datos a considerar (no son opiniones ni creencias subjetivas, vienen del EUROSTAT):

    1) PIB español per cápita es el 91% del promedio de la UE-15 (100%).
    2) En cambio, el gasto en protección social en España es el 19,7% del PIB mientras que el promedio de la UE-15 es el 28,3% (es decir, casi nueve puntos porcentuales por debajo).
    3) La pensión media contributiva en España es sólo el 68% de la pensión media contributiva de la UE-15.
    4) Y la pensión media no contributiva es sólo el 46% (ni siquiera la mitad) del promedio de la UE-15.


    Segundo mito: Asumir que la esperanza de vida mide los años que las personas viven y disfrutan de las pensiones


    En otras palabras, el mito consiste en asumir que como la esperanza de vida en España ha crecido en cuatro años en los últimos tiempos (dato objetivo cierto), el promedio español vive ahora cuatro años más y por lo tanto se beneficia de las pensiones cuatro años más.

    Es FALSO. Contraejemplo numérico:

    1er caso:

    Juan muere a los 60, Manolo a los 80, por lo tanto esperanza de vida 70, número total de años de pensiones actual entre los dos, 0+15=15.

    2do caso:

    Ana muere a los 71, María muere a los 71, por lo tanto esperanza de vida 71, número total de años de pensiones actual entre las dos, 6+6=12. Menos con más esperanza de vida, como se puede observar.

    La cuestión está en comprender que en España la esperanza de vida ha aumentado no sólo porque los viejos duren más (que también ha influido, sin duda, pero no es el único factor) sino porque menos personas jóvenes fallecen a una temprana edad. 

    Tercer mito: El promedio es el indicador más adecuado para el análisis de las pensiones.

    FALSO, porque no se tienen en cuenta las variaciones del promedio (es falso al menos si se tiene en cuenta la equidad además de la eficiencia económica por ser éste un aspecto tan delicado para la cohesión social). Es un hecho estudiado que el nivel de salud de la población depende, sobre todo, de la clase social a la cual se pertenece. Ejemplificando para que se entienda: un trabajador no cualificado tiene, a los sesenta años, un nivel de salud similar al de un banquero tiene a los setenta años. Es injusto, por lo tanto, perdirle al primero que continúe trabajando dos años más para pagar las pensiones del segundo que le sobrevivirá diez años.

    Cuarto mito: El crecimiento del porcentaje del PIB gastado en pensiones es excesivo

    El argumento basado en este mito proclama que el porcentaje del PIB en pensiones subirá de un 8,4% en el año 2007 a un 15,1% del PIB en el año 2060, porcentaje que la sociedad no podrá absorber. Es una noticia alarmante (lo que puede pasar en el 2060) que requiere una intervención ya y ahora (se disminuyen los beneficios de los pensionistas este año, como empezando a retrasar la edad de jubilación). Este mito tampoco es cierto. Se deja de lado el crecimiento de la productividad sobre el PIB del año 2060. Supongamos que el crecimiento anual de la productividad es un 1,5%, un crecimiento que incluso el Banco de España admite como razonable. Entonces el valor del PIB español será 2,23 veces mayor que el PIB del año 2007. En consecuencia, en el año 2060 habrá más recursos para los pensionistas que los que hay hoy, porque sólo se utilizarían para los pensionistas el 15,1%, no de 100, sino de 223.

    Quinto mito: Asumir que las proyecciones (estimaciones) demográficas se cumplen

    Se puede rebatir, porque normalmente existen enormes dificultades en calcular cambios demográficos tan largos como a 50 años vista. Y un buen ejemplo de ello es que los bancos y las cajas publican desde hace tiempo informes anunciando el colapso de las pensiones (1992, 1998, 2002, 2005, 2009). Además, en cuanto a la evolución de la pirámide demográfica, lo importante en relación a las pensiones no es el número de jóvenes y adultos por anciano, sino el número de cotizantes y la cantidad de cada cotización por beneficiario. Y tanto el uno como el otro, hasta ahora al menos, han estado subiendo en España.

    Con esto, se terminan de desterrar los mitos sobre la inviabilidad del sistema español de pensiones.

    Todo lo anterior no impide que se haga imprescindible la reforma de ciertos criterios para el cálculo de pensiones:

    1) Impedir las prejubilaciones utilizadas por el mundo empresarial para realizar cambios en las plantillas.
    2) Flexibilización de la edad de jubilación para que aquellas personas que desearan jubilarse más tarde, lo pudieran hacer (pero siempre de forma voluntaria). Ver la jubilación como un derecho, no como una obligación.
   3) Que a los diputados y senadores no les baste sólo con siete años.

    Por último, ¿qué hay detrás del discurso del Gobierno? ¿Qué es lo que, desde hace tiempo, y no sólo en esta crisis, pretenden?

    Aquí ya dejamos los hechos objetivos y las cuestiones metodológicas y entramos en el terreno de las especulaciones, opiniones y creencias. El quid de la cuestión está en que desde hace décadas, las entidades financieras y de seguros privadas españolas pretenden “privatizar” la Seguridad Social por el atractivo que representa manejar esa enorme cantidad de dinero. En términos económicos, se trata de pasar de un sistema de reparto (el actual) a un sistema de capitalización individual gestionado por manos privadas (como hay en otros países como Chile).

    Concretamente, se plantea este escenario: en el nuevo sistema de pensiones habría un sistema de reparto universal mínimo (el actual devaluado, es decir, jubilación a los 70 y pensiones reducidas porque se actualizarían según índices menores que la inflación o los salarios), otro de cotización obligatoria (3-5% de la nómina de los trabajadores) y por último otro, también de cotización individual, voluntario.

    Para rizar el rizo, como la medida es impopular (se comprueba en Facebook, donde más de 200.000 personas se han unido a un grupo contra el retraso de la edad de jubilación a 67 años), los gobiernos estatales quieren hacer pasar la responsabilidad de su instauración a la Unión Europea. Ella sería la mala de la película “en favor de las generaciones futuras”.

Jubilación, pensiones y gasto público

    Hace unos días, el Gobierno español ha declarado su intención de subir la edad de jubilación a 67 años para que el sistema de pensiones pueda aguantar algo más de tiempo.

    Sin embargo, no se ven muy claras las ventajas de esta medida, que parece bastante contradictoria. ¿Por qué? 

    Muy sencillo: tenemos cientos de miles jóvenes con mucho más potencial productivo que los mayores de 60 años. Pero no tienen posibilidad de entrada en el mercado laboral español, que se encuentra colapsado. Hay una gran cantidad de gente que rinden bastante por debajo del 100% (en parte, por la edad, el cansancio y la disminución de facultades físicas y mentales) y en cambio hay unos jóvenes con enormes ganas de trabajar y poner en práctica lo estudiado durante 20 años de su vida, en vez de prolongar artificialmente su formación y tener que estudiar dos carreras y varios masters hasta los 30 años porque no hay puestos de trabajo para ellos (o, en el mejor de los casos, verse años y años con becas miserables, sin un mínimo de estabilidad).

    ¿No es eso ilógico y poco coherente?

    Para que las pensiones estuvieran garantizadas se podrían recortar diversas partidas de gastos:

    - Bajada de sueldo de un 40% a los políticos en general, desde ministros hasta alcaldes y concejales de pequeños municipios, pasando por senadores, diputados, delegados del Gobierno en las Comunidades Autónomas o directores generales. Tanto como se proponen recortes de gasto público, deberíamos empezar por la casta política.

    - Eliminación de Planes E, 2000E y demás ayudas al consumo. Las empresas que no sean viables, deberían caer y terminar quebrando. Es ley de vida. ¿No estamos en una economía de libre mercado? Pues que se aplique en serio, nada de subvencionar a fondo perdido negocios que no sean rentables.

    - Eliminación de la jubilación de políticos por trabajar (si se le puede llamar así) sólo 8 años.

    - Acabar con el pozo sin fondo que representan algunos gastos de nuestros dirigentes, como los coches oficiales o las reformas de despachos.

    - Suprimir la monarquía, o en su caso rebajar drásticamente la asignación a la Casa Real (como están haciendo otros países europeos). No tiene sentido que en el siglo XXI unas personas, por el hecho de haber gestionado bien la transición a la democracia y por ser de “sangre azul” tengan derecho a comer de nuestros impuestos de forma vitalicia. Sería más razonable una república con un sistema centralizado de administración territorial, al estilo francés. Buscando la eficacia y eficiencia. Ya sólo eliminando esto conseguimos ahorrar 10 millones de euros anuales.

    - Aplicar la justicia de verdad. Igualdad y cumplir los deberes y responsabilidades que nos tocan a cada español. Quien cometa un delito (sea el que sea) que se pase en la cárcel 10 años sin ver la luz y haciendo trabajos útiles, ya está bien de que las prisiones españolas parezcan hoteles de cinco estrellas. Quien robe de las arcas públicas, 20 años sin ver la luz o cadena perpetua. Para quien mate, podríamos plantearnos la restauración de la pena de muerte.

    - Dejar de financiar con dinero público a la Iglesia Católica, los colegios religiosos y otras confesiones (evangélicos, musulmanes, judíos). Eliminar o reducir en gran medida las subvenciones a las ONG's, que precisamente significa Organizaciones No Gubernamentales. Si es cierto que no son gubernamentales, que se financien por su cuenta, con las cuotas de sus socios y colaboradores o con otras fuentes que no dependan del dinero público. Al recibir tantas subvenciones estatales y de otros organismos públicos, dejaría de tener sentido que se llamasen ONG's, más bien serían OSG's (Organizaciones Sï Gubernamentales).

    Sólo con esto lograríamos, no sólo garantizar las pensiones, sino que si hacemos números, hasta podríamos subir el importe de las pensiones mínimas.

¿Durará mucho la crisis española?

    En economía, las crisis pueden tomar 3 formas:

    1. El PIB durante un periodo de tiempo determinado cae hasta tocar a un fondo, y de ahí rebota hasta alcanzar el nivel anterior al comienzo de la crisis.

    2. El PIB cae; luego, gracias a los estímulos aplicados por los gobiernos a la economía vía inyección de capital en el sistema, incremento de la obra pública o creación de empleo subvencionado se recupera débilmente.

    A veces, estas medidas son insuficientes, y la recuperación del PIB no llega a la cota previa a la crisis, volviendo éste a caer. En la actual crisis, a varios países les sucederá esto, y quizá Estados Unidos sea uno de ellos.

    3. Se hunde el PIB y jamás vuelve a las cotas previas: éste podría ser el caso español.

    La historia económica de España se resume en una sola palabra: crisis.

    En efecto, salvo en la época del desarrollismo franquista, cuando España llegó a crecer a tasas del 10 % anual, vivió su etapa de mayor prosperidad en siglos y llegó a convertirse en la séptima potencia industrial del mundo, y durante el gobierno de Aznar -los años de crecimiento posteriores, ya con Zapatero de presidente, no fueron más que los beneficios heredados de la época de Aznar -, España normalmente ha estado en crisis, con elevadas tasas de paro estructural, especialmente desde mediados de los años 80, cuando se desmanteló la industria y se empezó a consolidar el tejido productivo basado en la construcción (mejor dicho, especulación inmobiliaria) y el turismo.

    Esta crisis permanente se intentaba mitigar a través de la emigración de españoles, primero a América, y tras la Segunda Guerra Mundial, a Europa.

    Aznar heredó en 1996 un país hundido, con la Seguridad Social al borde de la quiebra, una corrupción generalizada, similar o incluso más grave que la de los países latinoamericanos, y con una tasa de paro de cerca del 25 %. Con un gobierno de técnicos brillantes  -Cascos y Rato entre otros, nada que ver con esta banda de mediocres- sacó a España de su sempiterna crisis y su primera legislatura (de 1996 a 2000) fue brillante, por eso el PP obtuvo mayoría absoluta hace diez años.

    El nuevo presidente logró meter a España en el euro, lo que nos hizo beneficiarnos de créditos baratos -hasta entonces, los créditos hipotecarios se iban fácilmente al 15% de interés-, pero este dinero barato y repartido con excesiva alegría por los bancos, propició el surgimiento de una burbuja inmobiliaria que explotó a principios de 2008 (el Banco de España ya sabía que íbamos a entrar en una terrible crisis, pero ocultó estos datos para así facilitar una nueva victoria electoral del PSOE). Por aquel entonces, Zapatero llamaba antipatriotas a quienes decían que entrábamos en una crisis económica. Además, a pesar de mejorar la economía, durante los años del PP, no se modificó sustancialmente el modelo productivo basado en construcción y turismo, no se intentó hacer resurgir la industria ni se hicieron programas serios de I+D que promovieran el paso a una economía de alto valor añadido equiparable a los países más avanzados de Europa.

    Por tanto, si sumamos los años de desarrollismo franquista, con los años de crecimiento aznarista (que también tuvo sus sombras y limitaciones, explicadas en líneas anteriores) nos da que a lo largo de la historia económica de España, hemos tenido apenas 30 años de prosperidad después de la Guerra Civil (antes, la dictadura de Primo de Rivera, que ocupó la mayor parte de los años 20, trajo una breve etapa de crecimiento y ciertos avances); el resto ha sido una continua crisis.

    Aznar cometió dos errores de bulto, aparte de los analizados antes:

    1. Favorecer la entrada en España de millones de inmigrantes de baja cualificación profesional, en el mejor de los casos, y en el peor de los casos, delincuentes y criminales (la morralla del Tercer Mundo).

    2. Buscando situar a España entre las grandes potencias mundiales (sacarnos del "rincón de la historia", con sus propias palabras) nos metió en la guerra de Iraq, teniendo en contra al 90% de la opinión pública y a pesar de las grandes manifestaciones que se realizaron entre los últimos meses de 2002 y principios del año siguiente. Se dejó llevar por la megalomanía y todavía pagamos las consecuencias.

    Por todo ello, el que podría haber sido un buen presidente pasará a la historia como un payaso con bigote, un impresentable que se creía Carlos V o Felipe II. Da grima ver la foto de las Azores, donde el ex-presidente español aparece junto a Bush y Blair con una sonrisa estúpida y ridícula, o peor aún sus conferencias en Georgetown, pronunciadas en un inglés patético y macarrónico, al estilo del Príncipe Gitano cuando cantó "In the ghetto".

    Una de las tragedias patrias es que estamos sobrados de políticos que sólo piensan en ganar la próxima elección, pero carecemos de estadistas con una visión a largo plazo.

    Obviamente, Zapatero no pasa de ser un bufón. Y con este sujeto que acaba de decir que "ya estamos saliendo de la crisis, si no hemos salido ya" nos encontramos ante el desplome económico de España.

    La solución ante este difícil panorama sería que gobernase una izquierda transformadora (ya sea a través de elecciones o por un levantamiento popular) que cambie en profundidad las estructuras de la economía, que dinamite de una vez este modelo agotado de ladrillo y turismo barato (que ya no es tan barato, con las subidas de precios, especialmente desde la entrada del euro), que nacionalice la banca y cree un organismo estatal que promueva el desarrollo de la industria, que haga una decidida política de I+D que permita la producción de alta tecnología propia y evite la fuga de cerebros y que afronte seriamente la corrupción, sin medias tintas y con medidas drásticas (por ejemplo, encarcelamientos masivos de políticos de los grandes partidos).