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El blog de Silverfox

Sociedad

Afiliarse a un partido político, ¿una vía para huir de la miseria? (II)

     Algunas veces se ha dicho que para conseguir trabajo a través de los partidos políticos es recomendable tener algunos contactos previos. No es una idea absurda: contar previamente con un primo o un amigo de muchos años que tenga mano en un partido facilita mucho progresar en el mundo de la política. De hecho, hay verdaderas dinastías de políticos, que ocupan cargos, independientemente de su valía y su capacidad, sólo por su apellido, como si fueran de la nobleza del Antiguo Régimen.

    Aún así, también es posible trabajarse esos contactos (sin tenerlos previamente), aunque cueste más tiempo y esfuerzo. La cuestión está en asistir a todas las reuniones que organice el partido o al máximo número posible, si se queda para pegar carteles o repartir panfletos, llegar el primero y mostrar mucho interés en las tareas, participar en otras actividades que el partido organice, hacer la rosca a algún cacique en el momento idóneo y, por supuesto, tratar de dejar claro que estás en el partido porque compartes su ideología y te identificas con sus valores (aunque tu verdadero fin sea otro).

    Pero, el objetivo de todo ese proceso no debe ser llegar a senador, ministro o ni siquiera alcalde, sino conseguir un "empleo" tipo ordenanza, auxiliar administrativo, encargado de la biblioteca municipal o policía local. Ese tipo de trabajos de ámbito local se suelen conseguir por enchufe y pertenencia al partido político que gobierna en el pueblo o la región de la que estemos hablando (a diferencia de muchas oposiciones, que requieren estudiar, sacar buenas notas en los exámenes y años de interinidades para acumular puntos hasta conseguir la plaza fija).

    Hay personas que entraron en partidos políticos sin conocer a nadie, pero consiguieron puestos de empleados públicos a dedo (que era su finalidad). Por ejemplo, en la Junta de Andalucía hay unos 25.000-30.000 empleados públicos (no se conoce la cifra exacta, pero se estima una cantidad similar a la mencionada) colocados por enchufe y sin haber hecho oposiciones, ¿acaso toda esa gente se afilió al PSOE teniendo previamente algún contacto en el partido? Muy probablemente no, muchos entrarían sin conocer a nadie, pero una vez dentro harían "méritos" para conseguir la deseada mamandurria.

     Otra posibilidad que mucha gente no contempla es la de hacerse sacerdote, estudiando una carrera en un seminario. Tiene la ventaja de que casi nadie se dedica a eso y supone trabajo seguro. Sin embargo, a pesar de la crisis, casi nadie quiere hacer carrera eclesiástica, los seminarios siguen prácticamente vacíos y la gente prefiere realizar masters, segundas carreras, módulos de FP o coleccionar cursos del paro como si fuesen caramelos.

    Es posible que la Iglesia no goce de mucho aprecio por parte de la mayoría de los españoles (en la mayoría de las misas escasean los jóvenes y abundan los mayores de 60 años, criados en el nacionalcatolicismo del régimen franquista) y que los curas no sean muy bien vistos. Pero, si nos vamos a lo práctico, trae más a cuenta estudiar varios años en un seminario, y tener un trabajo de cura garantizado, que acumular títulos académicos y seguir parado.

Afiliarse a un partido político, ¿una vía para huir de la miseria? (I)

    Parece una idea un tanto extravagante. Sin embargo, si tuviésemos en cuenta que en los próximos años quizá ese procedimiento sea prácticamente la única forma viable de conseguir en la mayor parte de España un sueldo y unas condiciones de vida dignas, no nos llamaría tanto la atención.

     El problema que podría ocurrir sería que surgiese una burbuja de afiliados a los partidos principales que buscasen conseguir puestos en organismos municipales, televisiones locales y autonómicas o empresas públicas regionales: es decir, que no hubiera enchufes y mamandurrias para todo el mundo y se diese una competencia feroz por ser el "pelota" de máxima "confianza" del alcalde de un pueblo o ciudad o del consejero de una autonomía, con vistas a conseguir el ansiado enchufe.

    Pero si lo pensamos fríamente, otras posibilidades de ganarse la vida se han complicado mucho:

    - Trabajar de asalariado en el sector privado es muy difícil cuando hay un 25% de paro (más del 30% en algunas zonas de España) y no son pocos los empresarios que tienen familiares y amigos en apuros, a los que dan preferencia si hay algún puesto vacante en sus negocios. Es frecuente que si una empresa ofrece un puesto de trabajo de poca cualificación (como camarero, teleoperador o mozo de almacén) reciba cientos de solicitudes.

    - Hacerse empleado público por oposición (no por enchufe mediante carnet del partido o amistad o parentesco con algún cacique de la política, como se ha explicado anteriormente) es casi imposible si tenemos en cuenta que la casi todas las convocatorias están congeladas y buena parte de las pocas que hay vigentes son promociones internas para funcionarios que obtuvieron su plaza hace varios años y aspiran a ascender de cuerpo profesional (por ejemplo, de Auxiliar Administrativo a Administrativo o de Técnico de Grado Medio a Técnico Superior).

    - Montar un negocio propio no es nada recomendable en un contexto de crisis. Miles de empresas han cerrado (incluyendo negocios que llevaban décadas funcionado) y el Gobierno actual ha aprobado unas leyes draconianas para los autónomos, como la subida del IRPF en seis puntos o un recargo del 20% si se retrasan un solo día en abonar sus cotizaciones. Hay algunos padres de familia que se quedan en paro a edades críticas (más de 45 años) y tratan de salir de esa situación abriendo pequeños negocios (especialmente bares), pero es una vía muy arriesgada.

    - Emigrar al extranjero (o bien, a otras regiones españolas con más tejido productivo y mejores posibilidades de trabajo) podría ser una opción aconsejable, pero hace falta informarse bien sobre los trabajos más demandados en el país o región al que se quiera marchar, hablar idiomas (para los que tengan pensado ir a trabajar fuera de España) y, preferiblemente, no tener cargas familiares que dificulten el traslado a otra región o país. Emigrar a la aventura nunca es adecuado (aunque haya programas manipuladores como "Españoles por el mundo", que dan una visión idealizada de la vida de los españoles que trabajan en el extranjero), se debe hacer con cabeza y, a ser posible, con un empleo concertado en origen.

    Por tanto, debe quedar claro que sacarse el carnet de un partido político, dejarse ver mucho en sus reuniones y actividades y hacer la rosca a alguno de sus dirigentes, sería un medio no ya para prosperar y llegar a ministro o senador, sino simplemente para escapar del paro y la pobreza (por ejemplo, consiguiendo un puesto de ordenanza municipal o de administrativo en una televisión autonómica). Salvando las distancias, se podría comparar con la España de los Siglos de Oro, en la que miles de personas se unían al clero o se enrolaban en el ejército con el fin de huir de la miseria y tener una vida digna.

Cómo hemos retrocedido en las últimas décadas: un ejemplo muy didáctico y clarificador

    No se trata de hacer una apología del régimen de Franco, que no dejaba de ser una dictadura, pero no es absurdo plantearse si se vivía mejor en sus etapas avanzadas (a partir de finales de los años 50, cuando entraron en el Gobierno los primeros ministros tecnócratas, como Ullastres o Navarro Rubio, se aprobó el Plan de Estabilización y la economía experimentó un gran desarrollo, especialmente la industria).

     Podemos plantearlo con un ejemplo muy didáctico y aclaratorio:

     En los años 60, un español medio de 30 años tenía un trabajo fijo, sin necesidad de haber estudiado una carrera, había terminado de pagar la casa o le quedaba poco para hacerlo, llevaba cinco o seis años casado, podía mantener a dos hijos sin pasar muchas estrecheces y, ante todo, tenía la posibilidad de hacer proyectos a medio y largo plazo con bastante seguridad hacia el futuro.

     Actualmente, el treintañero español medio -a pesar de tener un currículum lleno de títulos y cursos- está parado o tiene un trabajo precario y un sueldo que con suerte llega a los 800 euros, vive con sus padres y depende de ellos totalmente o en buena parte desde el punto de vista financiero.

    Por supuesto, no puede emprender planes de futuro a medio ni a largo plazo, vive completamente al día, al no saber dónde estará trabajando o qué sueldo tendrá dentro de varios meses, y sus proyectos se limitan a plantearse si va a cambiar pronto su Play Station por un modelo más reciente, de qué marca será el siguiente móvil que se compre (por ejemplo, Nokia o Ericsson) o a qué bares irá para tomarse unas copas el próximo fin de semana.

     ¿Realmente hemos mejorado tanto con respecto al tardofranquismo? Tendremos más chismes electrónicos, pero en lo fundamental (más allá de las cifras macroeconómicas), hemos retrocedido claramente:

    - Peores condiciones de trabajo (ese proceso lleva produciéndose muchos años, pero se ha acentuado con la aprobación de la última reforma laboral)

    - Pérdida masiva de tejido industrial (a pesar de que España llegó a ser la séptima potencia mundial en ese sentido), gracias a las nefastas políticas de "reconversión" realizadas en los años 80 por el PSOE, dispuesto a pagar cualquier precio por formar parte de la Comunidad Europea (otros países que han ingresado en ese organismo, la actual Unión Europea, no han tenido que hacer tantos sacrificios porque negociaron mejor las condiciones de entrada)

    - Precios e impuestos desmesurados y, sobre todo, la imposibilidad de hacer planes de futuro: esto último trae como consecuencia que hace varias décadas un español a partir de cierta edad (en torno a los 30 años o incluso un poco antes) tenía la vida resuelta o muy encauzada y era una persona plenamente madura. En cambio, en la actualidad un español medio de esa misma edad es un eterno adolescente, que no piensa en su futuro más allá de unos pocos meses y lleva en muchos aspectos la misma vida que cuando tenía 16 años (es lógico si no tiene un trabajo estable ni unos ingresos que le permitan vivir por su cuenta).

La selección gana la Eurocopa, pero sigue la crisis

    La selección española de fútbol consiguió ayer ganar la Eurocopa por tercera vez en su historia, al superar en la final por un rotundo 4-0 a Italia. Al descanso, ya ganaba España por 2-0, con goles de David Silva y Jordi Alba. En la segunda parte, los italianos sólo apretaron al principio, pero España apenas pasó apuros para mantener esa clara ventaja y la amplió en el tramo final del partido con goles de Fernando Torres (que había salido pocos minutos antes) y Juan Mata (ambos jugadores del Chelsea, actual campeón de Europa).

    El resultado del partido es el más amplio en la historia de las finales de los Mundiales y Eurocopas de fútbol, ya que hasta entonces nunca un campeón había superado en la final por una diferencia tan clara a su rival. Los resultados más contundentes que se habían dado en finales de estas competiciones habían sido, en el caso de la Eurocopa, un 3-0 de la selección de Alemania Federal (antigua Alemania occidental) contra la Unión Soviética en 1972, mientras en los Mundiales se han dado tres triunfos de campeones en las finales por tres goles de diferencia: 5-2 de Brasil ante Suecia en 1958 (siendo la selección escandinava el equipo anfitrión y marcando Pelé, con sólo 17 años, tres goles en ese partido), 4-1 de nuevo de Brasil en la final del Mundial de 1970, celebrado en México, ante Italia (el mismo rival de España ayer) y el 3-0 conseguido por Francia en el Mundial de 1998 (organizado por ella misma) ante Brasil.

    Asimismo, España se convierte, junto con Alemania, en la selección con más Eurocopas de la historia, al sumar tres títulos (los dos anteriores los consiguió en 1964 y 2008). También es inédito el hecho de que una selección nacional gane en cuatro años dos Eurocopas y un Mundial: el triplete logrado por la selección española (Eurocopa 2008, Mundial 2010 y Eurocopa 2012) no había sido nunca antes conseguido por otro equipo nacional. Sólo le queda agrandar su palmarés ganando más Mundiales (de momento, tiene uno, el de Sudáfrica, celebrado hace dos años, aún le queda bastante para acercarse a los cinco títulos de Brasil, los cuatro de Italia o los tres de Alemania, si ganase el siguiente, que se celebrará en Brasil dentro de dos años, igualaría a Argentina y Uruguay).

    Pero estos logros deportivos, indudablemente meritorios, de la selección nacional de fútbol, no deberían servir como cortina de humo que ocultase la mala situación económica del país.

    La prima de riesgo, aunque se relajó el viernes pasado, sigue estando cerca de los 500 puntos (aunque durante casi toda la semana pasada se movió entre 530 y 550), casi la cuarta parte de la población activa está en paro (en algunas regiones, como Andalucía y Canarias, el paro supera el 30%), un índice propio de un país tercermundista, los salarios son muy bajos en relación a los precios (que no han parado de crecer desde la entrada del euro, hace ya diez años, igualándose e incluso superando a los de otros precios) y no permiten que mucha gente pueda vivir por su cuenta (así es como se explica que haya tantos mayores de 30 años viviendo aún con sus padres) y miles de empresas (especialmente, pequeños negocios, que se ven muy afectados por la caída del consumo) quiebran todos los meses.

    Incluso, para ilustrar la intensidad de la crisis, muchos españoles han emigrado en los últimos años y muchos otros lo seguirán haciendo en los siguientes si no mejora la situación económica. En primer lugar, los emigrantes han sido profesionales altamente cualificados, como médicos, ingenieros, arquitectos o investigadores científicos, pero cada vez en esta emigración entrará más gente que no tenga un nivel profesional tan elevado y que, simplemente, huirá de regiones y comarcas en las que más de la mitad de los jóvenes no tienen trabajo y son verdaderos páramos económicos, empresariales, industriales y laborales, donde ya ni siquiera queda la opción de opositar para lograr una plaza en la Administración, prácticamente la única salida es vivir con los padres indefinidamente y hasta resulta muy difícil acceder a las profesiones menos cualificadas (como camarero o mozo de almacén).

    Siempre se pone como excusa que la crisis es mundial y que afecta a todos los países, pero eso no es del todo cierto. Está dándose con mayor fuerza en el sur de Europa (España, Portugal, Italia, Grecia), pero otros países, especialmente los nórdicos, empiezan a superarla y mejoran gradualmente sus indicadores económicos (sus tasas de paro son mucho más bajas que las de España o Grecia, sus niveles de renta siguen estando entre los más altos del mundo y son grandes productores y exportadores de alta tecnología, gracias a sus esfuerzos en Investigación, Desarrollo e Innovación).

¿Sigue estando mal visto vivir con los padres a partir de ciertas edades?

    Cualquier persona que reflexione un poco, se acaba dando cuenta de que en el contexto actual de paro masivo, salarios cada vez más bajos y precios astronómicos (España es desde el euro uno de los países más caros del mundo y no sólo en cuestión de vivienda) vivir con los padres es la forma de ahorro más eficiente, al no tener que pagar hipoteca o alquiler ni alimentación. Además, las tareas del hogar se comparten, pero esa forma de vida sigue inspirando cierto rechazo y todavía abunda la gente que ridiculiza o hace chistes a costa del que vive con sus padres pasados los 30 años.

    Sin duda, nos han programado para que nos sintamos realizados consumiendo de forma compulsiva. Con esa mentalidad, al que ahorra se le ve como un tramposo en esa carrera por la supervivencia que es la vida.

     Pero este argumento se viene abajo fácilmente cuando se piensa en las medidas de ahorro trazadas por la Unión Europea en materia de recortes presupuestarios que tanto gustan a Angela Merkel, que son aceptadas y comprendidas sin problemas.

    En cambio, a nivel personal, sigue teniendo buena prensa meterse en hipotecas, a pesar de que hay miles de cadáveres financieros, que están en esa situación al haberse endeudado por encima de sus posibilidades económicas. No debemos caer en la idea de que vivir con los padres hasta los 40 años es lo mejor del mundo ni una situación idílica, pero con un sueldo de menos de 1.000 euros y sin una estabilidad laboral lo más aconsejable es aprovechar las ventajas de vivir con la familia, como el gran ahorro que supone.

    También se debe desterrar de la mente la caricatura del treintañero que no se quiere independizar por las comodidades que tiene en casa de sus padres y comprender que la gran mayoría de los que viven con su familia a esas edades lo hacen porque no les queda más remedio o no les atrae vivir en un piso compartido (a no ser que se desplacen a otra ciudad y les resulte muy caro vivir solos, como puede suceder con personas que se trasladan a Madrid y Barcelona).

    Por tanto, es absurdo ver como un fracasado o mirar por encima por hombro al que no se ha independizado a una edad "psicológica", sin tener en cuenta el contexto social y económico y sus propias circunstancias personales. Si tuviésemos las condiciones de otros países europeos, más industrializados, con muchas más posibilidades de trabajo, mejores sueldos, una política social más sólida y donde es normal vivir fuera a partir de los 20 años (o, al menos, no a los 30 ni 35), tendrían sentido estas críticas.

    Pero, en nuestras circunstancias socioeconómicas (en general, aplicables a otros países del sur de Europa, como Portugal, Italia o Grecia), es perfectamente lógico que mucha gente no se independice. No se trata de comodidad ni de cuestiones culturales, sino de matemáticas: salarios bajos y precios altísimos no lo .permiten en muchos casos.

¿Acabaremos los españoles siendo minoría en nuestro propio país?

   Teniendo en cuenta la enorme cantidad de inmigrantes de diversas zonas del mundo que han llegado a España en los últimos 15 años, plantearse esta cuestión no tiene nada de absurdo.

   Desde hace varios años, en algunas provincias y comarcas españolas, más de un tercio de los nacimientos son de madres extranjeras, procedentes especialmente del norte de África y países andinos. Subió algo la natalidad de las españolas porque los últimos hijos del babyboom se dedicaron a comprar pisos y a tener hijos como maxima meta personal, especialmente cuando lograban plaza en las oposiciones o un contrato fijo en la empresa donde trabajasen, pero esa situación se está acabando porque cada vez quedan menos babyboomers en edad fértil y las perspectivas de futuro son peores.

    Segun la estadística oficial, rondamos los 47 millones de habitantes, pero en realidad podrían ser algunos más. En los años 90, los anuarios y libros de texto decían que éramos algo menos de 40 millones y que pronto podíamos empezar a perder población (gracias a la natalidad baja seríamos la generacion del pleno empleo, buenos sueldos y nivel de vida de clase media europea pero nunca llegó por los efectos nefastos de la importación masiva de esquiroles dispuestos a trabajar en pésimas condiciones).

    Así, hay que diferenciar entre inmigrantes dignos que habrían pasado bajo requisitos duros, se adaptan, trabajan, pagan impuestos y no viven de las ayudas sociales ni tienen hijos como si fuesen caramelos. Solían venir los primeros años y eran una cantidad razonable de gente que podíamos admitir (no supondrían más de dos millones de inmigrantes).

    Vinieron tras esos lo que nadie queria en sus paises: esquiroles, vividores de ayudas, delincuentes, gente sin estudios (incluso muchos analfabetos), personas que imponían sus costumbres de origen y marcaban territorio, es decir, lo más despreciable de la sociedad. Representan al menos 5 millones de personas que en estos momentos deberían ser expulsadas sin contemplaciones.

    El problema está en que estos últimos suelen parir como conejos, en el mismo plan que han hecho desde siempre los gitanos.

    Por tanto, o hacemos ahora algo o veremos dos escenarios posibles y muy negativos para todos:

    1. Nueva ultraderecha que no diferencie al inmigrante malo del bueno, los meta a todos en el mismo saco y fomente una autoguerra civil nacional donde moriríamos españoles también.

    2. Que unos pocos blancos neoliberales de las familias de siempre españolas vivan a años luz del resto, en mansiones amuralladas al estilo sudamericano, saqueando al resto de población donde solo habría esclavos y ejércitos y policía defendiendo a esos ricos.

    Tendríamos una sociedad altamente conflictiva, con una delincuencia galopante y donde de lo nacional sólo quedarian gitanos, canis e hijos de la casta política y económica.

    Debemos hacer todo lo que este en nuestro poder para acabar con ello antes de que sea una realidad. Cuanto más tarde se actúe, peor acabaremos. Se está llegando a un punto en que ya sería necesario usar el ejército y la policía para deportaciones de inmigrantes que no aportan nada positivo a la sociedad, en el mejor de los casos, viven de las ayudas, y en el peor, delinquen constantemente.

    Si no cogemos el toro por los cuernos, seremos minoría en nuestra propia tierra, probablemente antes de mediados de siglo. La España del futuro sería un basurero tercermundista, una horrible mescolanza entre Ecuador, Marruecos y Nigeria.

    Un problema de base es que con la combinación letal de sueldos bajos con precios altísimos que tenemos por aquí no se puede llevar una vida decente si no es casa de los padres. Gran parte de los españoles no pueden plantearse hacer planes de futuro a largo plazo, entre los cuales figuran casarse y tener hijos, mientras miles de inmigrantes del Tercer Mundo que no sirven ni para fregar escaleras o limpiar wáteres se dedican a reproducirse a gran velocidad.

La mentalidad del español actual hacia la emigración

    España siempre ha sido un país de emigrantes que iban a otros lugares a buscarse la vida, ya fuese hace 500 años, cuando muchos españoles empezaron a ir a América poco después del descubrimiento, o sólo unas décadas, cuando cientos de miles fueron a otros países europeos, como Francia, Bélgica, Suiza o Alemania (aparte de las migraciones internas: muchos andaluces o extremeños que fueron a trabajar en las industrias catalanas y vascas).

    El amor por el terruño que tanto se lleva ahora es un fenómeno reciente y que se da con más fuerza en Andalucía, Canarias y el Levante (en cambio, a los castellanos, gallegos o asturianos no se les caen tanto los anillos por irse a vivir fuera de sus regiones y tienden mucho a emigrar: incluso se dice que esas zonas, si no fuese por la fuerte emigración de sus autóctonos, tendrían tasas de paro tercermundistas, similares a las de Andalucía o Canarias).

    Un punto que se debe tener en cuenta es que para mucha gente el trabajo y la carrera profesional es algo secundario o menos importante que tener cerca a sus seres queridos.

    Por tanto, muchos médicos, ingenieros o investigadores científicos (por nombrar algunos perfiles de trabajadores altamente cualificados) prefieren quedarse en su tierra (aunque tengan que tragarse años y años saltando de una beca a otra o a base de contratos por obra y servicio y sin poder hacer planes a largo plazo) para tener a mano a su familia y sus amigos de toda la vida (si tampoco han emigrado).

    Para ellos, es más importante poder ver a sus padres todos los días o quedar en cualquier momento con su grupo de amigos para tomar unas cervezas o unas tapas de caracoles que ser unas eminencias en sus campos de conocimiento.

    Otro tema es el del clima y hay gente que valora mucho el buen tiempo, aunque llame así a pasar calor cuatro o cinco meses al año (como ocurre en buena parte de Andalucía y el Levante).

    Hay personas que se deprimen al vivir en países con inviernos muy fríos o donde se hace de noche muy pronto durante esa época del año y prefieren el clima semitropical de Andalucía, aunque esa región sea líder de paro en Europa, tenga un enchufismo brutal en la Administración (las Ofertas de Empleo Público de la Junta son ridículas desde hace varios años porque muchos puestos, en vez de con funcionarios por oposición, se cubren mediante gente de empresas públicas o fundaciones afines al PSOE) y abunden los licenciados y hasta doctores ocupando puestos de trabajo no cualificados, para los que no haría falta ni tener el Bachillerato.

    No es raro que un licenciado sevillano, malagueño, murciano o valenciano prefiera quedarse en su tierra trabajando de reponedor de supermercado, teleoperador, camarero de bar de copas (o directamente parado y matando el tiempo con cursos del INEM de Ofimática o Contabilidad) que irse al extranjero (o incluso a otras zonas de España con mejores perspectivas, como Madrid, Barcelona o el País Vasco) con un trabajo más acorde a su formación y nivel de estudios.

    Parten de la idea de que, en su ciudad o pueblo, por muy mal que estén desde el punto de vista laboral, siempre van a tener cerca a su familia y amigos, podrán disfrutar de un clima estupendo y que todo eso es mucho más importante que ganar dinero o labrarse una exitosa carrera profesional.

    Y si hablamos de los no cualificados o la gente sin estudios, su idea general es que para pasar penalidades prefieren hacerlo en su pueblo o que para fregar platos no hace falta irse a Londres, sino que es un trabajo que puede encontrarse fácilmente en cualquier sitio. Están seguros de que no merece la pena ir a 2.000 kilómetros de su tierra para ganar una miseria y les trae más a cuenta patearse las empresas y polígonos industriales de su pueblo o ciudad dejando su currículum, que tarde o temprano habrá alguna que les llame y que con el sueldo que les ofrezcan podrán vivir muy bien en casa de sus padres y hacer algún viaje o comprarse chismes tecnológicos de vez en cuando sin tener que pedir dinero a su familia.

¿Es bueno tanto consumismo?

    Hace varias décadas, por ejemplo, un coche duraba hasta que ya no se podía reparar, como se podía ver con los Seat 600, los Renault 4 (llamados "4 latas") o los Citroën 2 caballos (2 CV). No era raro que una persona durase 20 ó 25 años seguidos con el mismo coche. Sin embargo, hoy día la gente se cambia de coche por puro capricho, aunque la crisis está frenando esta tendencia. Pero en años anteriores era muy frecuente que una persona cambiase de coche cada cuatro o cinco años, en muchos casos sin ningún motivo de peso, y sabiendo que todavía puede durar bastantes años más. Y lo que es peor, gente que no goza de una situación económica muy acomodada y que tiene que recurrir a un préstamo cada vez que lo hace.

    Otro ejemplo está en ciertos aparatos tecnológicos, como los televisores, los ordenadores o los móviles. Mientras hay personas que siguen con su televisor de hace veinte años y que les funciona como un reloj o con su ordenador de principios de la década pasada, otros los cambian cada pocos años, en el mismo sentido que los coches. Sobre los móviles, se puede decir tres cuartos de lo mismo: para algunos, su utilidad es hacer llamadas cuando sea necesario y si se lo compraron hace tres o cuatro años y aún les funciona no están dispuestos a cambiarlo, pero hay muchos otros que quieren tener el último modelo con todo tipo de aplicaciones, como GPS y cámara de vídeo. Otro ejemplo son las consolas de videojuegos: actualmente, las hay potentísimas con gráficos muy realistas, y muchos jóvenes tratan de enterarse de cuándo saldrá a la venta el próximo modelo para comprarlo (en muchos casos, con dinero de sus padres, ya que el paro juvenil no les permite disponer de ingresos propios), aunque su consola actual tenga cuerda para rato.

    ¿Realmente tiene sentido consumir a este ritmo desenfrenado? ¿No estamos creando de esta forma una serie de burbujas que explotaran cuando la gente no tenga dinero para seguir renovando todos sus aparatos continuamente? ¿No estamos atentando contra el planeta al acabar con todos sus recursos?

O por el contrario, ¿hay que consumir desaforadamente para favorecer la creación y mantenimiento de puestos de trabajo, mantener nuestro nivel de vida y hacer que circule el dinero?