¿Sigue estando mal visto vivir con los padres a partir de ciertas edades?
Cualquier persona que reflexione un poco, se acaba dando cuenta de que en el contexto actual de paro masivo, salarios cada vez más bajos y precios astronómicos (España es desde el euro uno de los países más caros del mundo y no sólo en cuestión de vivienda) vivir con los padres es la forma de ahorro más eficiente, al no tener que pagar hipoteca o alquiler ni alimentación. Además, las tareas del hogar se comparten, pero esa forma de vida sigue inspirando cierto rechazo y todavía abunda la gente que ridiculiza o hace chistes a costa del que vive con sus padres pasados los 30 años.
Sin duda, nos han programado para que nos sintamos realizados consumiendo de forma compulsiva. Con esa mentalidad, al que ahorra se le ve como un tramposo en esa carrera por la supervivencia que es la vida.
Pero este argumento se viene abajo fácilmente cuando se piensa en las medidas de ahorro trazadas por la Unión Europea en materia de recortes presupuestarios que tanto gustan a Angela Merkel, que son aceptadas y comprendidas sin problemas.
En cambio, a nivel personal, sigue teniendo buena prensa meterse en hipotecas, a pesar de que hay miles de cadáveres financieros, que están en esa situación al haberse endeudado por encima de sus posibilidades económicas. No debemos caer en la idea de que vivir con los padres hasta los 40 años es lo mejor del mundo ni una situación idílica, pero con un sueldo de menos de 1.000 euros y sin una estabilidad laboral lo más aconsejable es aprovechar las ventajas de vivir con la familia, como el gran ahorro que supone.
También se debe desterrar de la mente la caricatura del treintañero que no se quiere independizar por las comodidades que tiene en casa de sus padres y comprender que la gran mayoría de los que viven con su familia a esas edades lo hacen porque no les queda más remedio o no les atrae vivir en un piso compartido (a no ser que se desplacen a otra ciudad y les resulte muy caro vivir solos, como puede suceder con personas que se trasladan a Madrid y Barcelona).
Sin duda, nos han programado para que nos sintamos realizados consumiendo de forma compulsiva. Con esa mentalidad, al que ahorra se le ve como un tramposo en esa carrera por la supervivencia que es la vida.
Pero este argumento se viene abajo fácilmente cuando se piensa en las medidas de ahorro trazadas por la Unión Europea en materia de recortes presupuestarios que tanto gustan a Angela Merkel, que son aceptadas y comprendidas sin problemas.
En cambio, a nivel personal, sigue teniendo buena prensa meterse en hipotecas, a pesar de que hay miles de cadáveres financieros, que están en esa situación al haberse endeudado por encima de sus posibilidades económicas. No debemos caer en la idea de que vivir con los padres hasta los 40 años es lo mejor del mundo ni una situación idílica, pero con un sueldo de menos de 1.000 euros y sin una estabilidad laboral lo más aconsejable es aprovechar las ventajas de vivir con la familia, como el gran ahorro que supone.
También se debe desterrar de la mente la caricatura del treintañero que no se quiere independizar por las comodidades que tiene en casa de sus padres y comprender que la gran mayoría de los que viven con su familia a esas edades lo hacen porque no les queda más remedio o no les atrae vivir en un piso compartido (a no ser que se desplacen a otra ciudad y les resulte muy caro vivir solos, como puede suceder con personas que se trasladan a Madrid y Barcelona).
Por tanto, es absurdo ver como un fracasado o mirar por encima por hombro al que no se ha independizado a una edad "psicológica", sin tener en cuenta el contexto social y económico y sus propias circunstancias personales. Si tuviésemos las condiciones de otros países europeos, más industrializados, con muchas más posibilidades de trabajo, mejores sueldos, una política social más sólida y donde es normal vivir fuera a partir de los 20 años (o, al menos, no a los 30 ni 35), tendrían sentido estas críticas.
Pero, en nuestras circunstancias socioeconómicas (en general, aplicables a otros países del sur de Europa, como Portugal, Italia o Grecia), es perfectamente lógico que mucha gente no se independice. No se trata de comodidad ni de cuestiones culturales, sino de matemáticas: salarios bajos y precios altísimos no lo .permiten en muchos casos.
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