Fuerte sequía en casi toda España
Probablemente, muchos se habrán dado cuenta de que gran parte de España (salvo algunas zonas del Cantábrico y del Levante) está teniendo uno de los inviernos más secos que se recuerdan en décadas.
En muchos lugares, sitios prácticamente no ha llovido desde mayo del año pasado (estamos hablando, por tanto, de un periodo de diez meses consecutivos) y si no se han resecado los pantanos es gracias a las abundantes lluvias de años anteriores (sobre todo, el invierno de hace dos años), que permiten vivir de las rentas durante un tiempo, y a las bajas temperaturas propias del invierno, que evitan una rápida bajada del nivel de los embalses.
Pero las reservas no van a durar para siempre y, si el tiempo no cambia en los próximos meses (no parece muy probable que vaya a ocurrir), quizá se recupere la expresión "pertinaz sequía", que tan olvidada parecía.
Estos mapas de la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), que reflejan las precipitaciones mensuales en relación con las medias históricas son bastante significativos:
Diciembre 2011:
Enero 2012:
Febrero 2012:
Los mapas de estos tres últimos meses llaman poderosamente la atención, sobre todo el de febrero: salvo Asturias, Cantabria, el País Vasco, algunas zonas del norte de Castilla y Baleares, en el resto de España, las precipitaciones caídas no alcanzan ni siquiera la cuarta parte de la media histórica.
Este otro mapa refleja las precipitaciones recibidas en los tres últimos meses en la relación con la media:
Se ve claramente que el periodo es calificado como "extremadamente seco" en Andalucía occidental, Extremadura, la región histórica de León, Madrid y alrededores, el Valle del Ebro y casi toda Cataluña.
Los medios de comunicación en las últimas semanas se empiezan a hacer eco del problema de la sequía y cada vez aparecen más artículos que tratan este asunto. Aquí va una muestra como ejemplo de algunos de los artículos de prensa más recientes:
http://www.abc.es/20120304/comunidad-castillalamancha/abcp-sequia-hace-estragos-campo-20120304.html
Ha sido el invierno más seco de los últimos 60 años en Castilla-La Mancha y la falta de lluvias se hace notar especialmente en la agricultura, con unas perspectivas muy negativas para la cosecha de cereales y leguminosas
Preocupación e incertidumbre en el sector agrario y ganadero ante persistente sequía de este invierno que puede acabar con muchos cultivos y cosechas, y también entre los ciudadanos, ante el descenso del agua embalsada, lo que puede provocar este verano restricciones en el abastecimiento.
El «amago» de lluvia del pasado viernes sólo ha servido para limpiar el ambiente, pero el campo necesita muchos días de borrasca para enmendar lo que ya parece inevitable. Así se pone de manifiesto en los diferentes informes que están realizando las organizaciones agrarias sobre la situación de la agricultura y ganadería en la región a causa de la sequía.
Y es que este invierno, según el Instituto Meteorológico de Castilla-La Mancha, ha sido el más seco de los últimos 60 años, con precipitaciones en diciembre, enero y febrero, muy por debajo de la media; si esta primavera no es muy lluviosa, y lamentablemente parece que no lo será, los problemas van a aumentar en los próximos meses.
Un informe de los servicios técnicos de Cooperativas Agroalimentarias advierte de la situación crítica de los herbáceos, que no sólo afecta a los agricultores, sino también a los ganaderos, al no haber pastos suficientes para su ganado.
La falta de lluvia puede afectar también al viñedo, aunque habrá que esperar al momento de la brotación, en apenas un mes, para ver si resiste bien los efectos de la sequía. Lo mismo ocurre con el olivar.
Y es que a la falta de lluvia se unen las heladas, muy dañinas tanto para los herbáceos como para la floración de otros cultivos. Un estudio realizado por la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA), advierte de que el campo español sufre la sequía más grave de los últimos 60 años y en Castilla-La Mancha se notará en un descenso notable en la producción de cereal y leguminosas.
Lluvias irregulares
Recuerdan desde esta organización agraria que las precipitaciones del pasado año se produjeron de manera irregular acumulándose en los primeros seis meses el 70 por ciento de las precipitaciones. En los últimos siete meses las precipitaciones acumuladas en la región apenas llega a los 100 milímetros y con previsiones de mantener esta tendencia en las próximas semanas.
Los efectos de esta sequía que se extienden a prácticamente toda la región son, sin embargo, desiguales ya que varía en función de la época de siembra, según UPA. En aquellas zonas en las que la siembra se realizó antes «los efectos en la nascencia son menores pues la tierra aún conservaba humedad y en octubre y noviembre sí se registraron lluvias pero pocas aunque las heladas de este invierno también le están pasando facturas».
Sin embargo en aquellas zonas cuya siembra se realizó más tarde la nascencia ha sido mucho peor debido a la sequía y las heladas.
Cereal y leguminosas
Debido a la climatología, tanto cereales como leguminosas arrastran un retraso en su desarrollo pues el primero debería terminar su ciclo vegetativo a finales de marzo o principios de abril y cuando apenas falta un mes, la gran mayoría de las parcelas están en los primeros estadios de este periodo lo que supone un desfase de dos meses con respecto a su desarrollo normal.
Por ello se prevé que la producción de ambos cultivos sufra un importante descenso, que se repetirá en casi toda la geografía nacional donde están sufriendo las mismas condiciones adversas en regiones tradicionalmente cerealistas como Andalucía o Castilla y León.
A estas malas previsiones de cosecha hay que sumar la subida de los costes de producción como abonos y gasóleo, este último en máximos históricos, que provocará una merma en la rentabilidad de las explotaciones cerealistas con tintes de ser «catastrófica si no llueve en las próximas semanas».
Por si todo ello fuera poco, los agricultores castellano-manchegos están sufriendo este año una plaga de conejos que multiplica sus problemas. Debido a la sequía los animales se ven obligados a buscar alimentos en los cultivos comenzando a afectar incluso a los leñosos como la vid y el olivar.
Pero los daños más importantes se registrarán sin duda en el cereal pues el retraso en el desarrollo impide que las zonas donde comen los conejos rebroten, al no crecer el cereal los lagomorfos están «arrasando» parcelas enteras donde la recuperación parece ya un milagro.
También desde Asaja se ha pedido esta semana un plan de apoyo para agricultores y ganaderos, tanto por los daños causados por las heladas como por la sequía.
El presidente nacional de Asaja, Pedro Barato, durante un acto celebrado el viernes en Toledo, aseguraba que la sequía afecta ya al 70% del cereal de secano de Castilla-La Mancha, y puede afectar también de forma importante a la ganadería extensiva e incluso al olivar, con una reducción en la cosecha de aceite de la próxima campaña.
Esta organización agraria reclama al Ministerio de Agricultura medidas fiscales, laborales y económicas, como moratorias de cuotas a la Seguridad Social, ayudas directas, una nueva línea de financiación o créditos bonificados. También Asaja ha pedido al ministro, Miguel Arias Cañete, que estudie un aplazamiento en el pago de los préstamos por la sequía del año 2005 por las pérdidas que está generando la actual y que afectan a 1,3 millones de hectáreas de cereal en la región.
http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/iglesia/fantasma-%E2%80%98-pertinaz-sequia%E2%80%99-20120303
El fantasma de ‘la pertinaz sequía’
Una primavera severa, en el contexto económico actual, supondría una durísima prueba de fuego.
Estamos en sequía. Hay indicadores suficientes para poder hacer esta afirmación tan categórica. Vivimos en un país en el que el fantasma de la sequía aparece cada cierto tiempo. Los periodos prolongados de escasez o ausencia de lluvias son una de las señas de identidad de los países mediterráneos. La sequía meteorológica aparece todos los veranos, prácticamente sin excepción, siendo mucho más variable el patrón de precipitaciones que acontece durante las demás estaciones del año. Cuando se encadenan varias de ellas con lluvias por debajo de la media, entonces, sólo entonces, podemos afirmar que hemos entrado en un ciclo seco, tal y como ocurre en la actualidad.
El inicio de una sequía no resulta fácil de establecer. No ocurre lo mismo con su final, que suele venir caracterizado por un giro copernicano en la dinámica atmosférica, sucediéndose las situaciones que habitualmente dejan lluvias en nuestro ámbito geográfico. La sequía es percibida mucho antes por los agricultores y la gente de campo que por los que vivimos en la ciudad. La actual sequía saltó al primer plano informativo hace escasamente un par de semanas, a raíz del balance provisional del invierno que hizo público la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Su principal conclusión, basada en el análisis de los datos pluviométricos, es que hemos vivido el invierno más seco desde los años cuarenta del siglo pasado. Desde el punto de vista meteorológico, a la hora de hacer ese tipo de balances, el invierno se identifica no exactamente con la estación astronómica, sino con el trimestre diciembre-enero-febrero.
La actual sequía comenzó a gestarse el pasado otoño, que fue bastante más seco que los de 2009 y 2010, aparte de muy caluroso en su primera mitad. Una situación de bloqueo caracterizó el tiempo del último tramo otoñal, lo que tuvo su continuidad durante la práctica totalidad del invierno. El reforzamiento del anticiclón de las Azores al Oeste de la Península provocó el desvío de las borrascas atlánticas hacia latitudes mucho más altas de las habituales en esas fechas. Se sucedieron los días de calma meteorológica, con los cielos despejados y presencia de bancos de niebla por diferentes zonas del interior peninsular. El tiempo se volvió anodino, disparándose los niveles de polución atmosférica en las grandes ciudades. Durante la primera mitad de febrero la ola de frío siberiano rompió esa monotonía y provocó un descenso muy destacado de las temperaturas. No fue una situación de grandes nevadas, sí de grandes fríos, sequedad ambiental y ausencia de precipitaciones. El resto de febrero más de lo mismo; remitió el frío volviéndose el tiempo primaveral, aunque sin apenas lluvias.
Algunos datos de la actual sequía hablan por sí solos. Por ejemplo, en el observatorio de Madrid-Retiro apenas se han recogido 16 l/m2 durante el trimestre invernal, habiéndose encadenado 43 días seguidos sin llover. Desde que en 1859 comenzó allí a medirse la lluvia caída –hace 153 años–, ha sido el invierno más seco.
Hasta ahora hemos asistido a una sequía meteorológica que ha comenzado a castigar al campo, iniciándose también una disminución significativa de nuestras reservas hídricas, en unas fechas en las que deberían aumentar. La situación comienza a ser preocupante, pero todavía no desesperada. Según se comporte la primavera podremos hablar únicamente de un invierno excepcionalmente seco, o del inicio de una sequía severa (sequía hidrológica) que, en el contexto económico actual, supondría una durísima prueba de fuego. Las grandes sequías ocurridas en España, aparte de ser largas –de varios años de duración– han incidido muy negativamente en nuestra economía y han generado conflictos internos de distinta índole. Hoy en día, aparte de las pérdidas que una sequía puede ocasionar a la agricultura, con el consiguiente encarecimiento de algunos productos básicos como el trigo, la incidencia sobre el sector turístico sería muy destacada. Una de nuestras principales fuentes de ingresos, ya tocada por la crisis, podría tambalearse si tuvieran que adoptarse las temidas restricciones.
No hay que perder de vista lo ocurrido en otras épocas de nuestra historia reciente, cuando una gran sequía entró en escena. La posguerra en España fue tan larga y dura, entre otras muchas razones, por la pertinaz sequía, nombre con el que se bautizó aquel periodo seco de tantas penurias. Más cerca en el tiempo, tenemos la sequía de los años ochenta, la de los noventa, que el meteorólogo Inocencio Font Tullot bautizó como “la peor sequía en mil años” en la mitad Sur de la Península, y la de la década pasada, mal gestionada por el Gobierno de turno, que generó crispación y fuertes disputas por el agua. Es pronto para saber la magnitud que alcanzará la actual sequía, aunque pinta mal la cosa.
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*José Miguel Viñas es físico y comunicador científico, especialista en Meteorología. www.divulgameteo.es.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2012/03/04/andalucia/1330887158_174651.html
Andalucía cae en un ciclo de sequía
Desde 2004 no se registraba un déficit de pluviometría del 60%. La zona norte y occidental de Andalucía está siendo la más afectada por la falta de lluvias
Hay que remontarse a 1998 para ver un invierno menos lluvioso en Sevilla. Peor aún ha sido en la franja de Sierra Morena, la campiña cordobesa o en el Andévalo de Huelva. Sirva como ejemplo los 32 litros registrados en Santa Elena (Jaén) desde el mes de septiembre, un 92% menos que la media de la serie histórica desde 1980. Tras tres años (el mes de diciembre de 2009 fue el más lluvioso del último medio siglo) de abundantes precipitaciones, todo hace indicar que Andalucía ha entrado en un nuevo ciclo de sequía.
De momento, ya existe la certificación oficial de que estamos ante una sequía meteorológica, pero no así hidrológica porque los pantanos están por encima del 75%. El déficit de pluviometría, estimado por la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) en un 60% de media, es el mismo que se registró en el año hidrometeorológico 2004-2005, que fue el inicio del último periodo de sequía, que se prolongó un lustro. Los índices no llegan aún a los niveles de 1995, cuando se dio la sequía más grave del siglo XX. “Parece evidente que, después de varios años húmedos, se ha roto el ciclo y se ha cambiado la tendencia”, indica Luis Fernando López Cotín, delegado territorial de la Aemet. Se trata, apunta, de algo recurrente y “casi consustancial al territorio andaluz”.
La zona norte y occidental de Andalucía está siendo la más afectada por la falta de lluvias. En la capital jiennense ha llovido el 33% de la media histórica (desde 1980), en Córdoba un 36% y en Sevilla y Huelva apenas un 40%. Pero llaman la atención las oscilaciones que se han dado dentro de una misma provincia. Así por ejemplo, en Jaén se ha pasado de un déficit del 92% registrado en el observatorio de Santa Elena a un 60% en el de Cazorla; en Córdoba, del 65% de Montoro al 33% de Espiel.
En la provincia gaditana, Grazalema registra los mayores índices pluviométricos, con 578 litros, pero la cifra supone casi la mitad de la media histórica. Almería registra el punto con mayor porcentaje de lluvias. Ha sido Garrucha, donde los 270 litros caídos desde septiembre suponen el 146,6% de la media histórica. Aunque no suele ser habitual enlazar tres estaciones del año con sequía, los augurios no son buenos. “Las previsiones para la próxima primavera no son muy optimistas y parece que las precipitaciones también estarán por debajo de lo normal”, pronostica José María Sánchez-Laulhé, director del Centro Meteorológico de Málaga.
Con todo, desde la Consejería de Medio Ambiente se pide prudencia a la hora de pronosticar un ciclo de sequía. De entrada, las reservas acumuladas en los embalses andaluces (la media supera el 75%) garantizan el agua para abastecimiento humano y también para los regadíos para los dos próximos años. Solo tres embalses, los de La Bolera y Dañador, en Jaén, y los sistemas hídricos de las Sierras de Gádor y Filambres, en Almería, están en situación de alerta, con agua para menos de un año.
Mientras tanto, la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir ha atendido las demandas de riego que los agricultores habían planteado para cultivos ya establecidos como las hortícolas de invierno, la remolacha, el cereal y cítricos y frutales, como indica Feragua, la principal organización de regantes. También la Junta se ha mostrado dispuesta a adelantar los desembalses para el riego en las cuencas que gestiona la comunidad.
La asociación agraria Asaja ha advertido que si no llueve en primavera, se podría perder el 40% de la cosecha de aceituna, lo que se traduce en pérdidas de más de 400 millones solo en la provincia de Jaén.
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