Contra la criminalización de la juventud española
Aunque el maltrato que sufre la juventud española desde hace muchos años es una tema frecuente en este blog y que se ha tratado en artículos anteriores, el tema es tan sangrante que merece la pena seguir escribiendo sobre él.
Es posible que la generación juvenil actual no sea muy combativa a la hora de defender sus derechos y que sólo sea capaz de movilizarse si le prohíben el botellón o su equipo de fútbol baja de categoría. Pero los herederos de mayo del 68, los "revolucionarios" que decían jugarse el tipo luchando por la democracia y corriendo delante de los "grises", mientras Franco moría tranquilamente en la cama cuando le quedaban pocos días para cumplir los 83 años, no son los más indicados para dar lecciones a nadie.
De hecho, las personas que ahora tiene entre 55 y 70 años dominan totalmente el país: la política, las instituciones judiciales, las universidades, los medios de comunicación, las principales empresas y hasta los organismos deportivos.
Esa quinta, que tenía entre 20 y 35 años cuando murió Franco, monopoliza los círculos de poder y los menos formados aún mantienen unas excelentes condiciones laborales, que al mismo tiempo perjudican a las generaciones más jóvenes, como se ve en muchas empresas con personas de al menos 50 años que apenas saben encender un ordenador y son un lastre, pero disfrutan de contratos blindados, hasta el punto de que a la empresa le trae más a cuenta seguir teniéndolos en nómina que despedirlos, frente a jóvenes altamente preparados (con idiomas y posgrados), productivos y sacrificados, que realmente son el alma de la empresa, pero se tienen que conformar con estar seis meses o un año trabajando como becarios, con un sueldo simbólico, sin contrato ni alta en la Seguridad Social, para que al terminar su beca (o, en el mejor de los casos, contrato por obra y servicio) se les dé la palmadita en la espalda y entre otro nuevo becario igual de preparado e ilusionado, pero que después de tres años encadenando becas estará más quemado que la pipa de un indio.
Por desgracia, esa criminalización evidente de los jóvenes, con frases típicas como "Qué asco de juventud", "Vaya futuro más negro le espera a este país con esta generación de vagos" o "Sólo piensan en emborracharse y fumar porros" (dicho esto último por hombres de 55 ó 60 años mientras tienen una copa de whisky en una mano y un puro en la otra) vende mucho en ambientes "viejunos", sirve para quedar guay o estar en la onda. Incluso, en ese tipo de entornos de cincuentones y sesentones, si alguien piensa por sí mismo y se atreve a romper una lanza por la juventud (mucho más preparada, de cualquier manera, que los que ahora rondan los 60 años, a pesar de la LOGSE y otras nefastas "reformas" educativas) se le hace el vacío o se le mira como si estuviese completamente loco.
Por tanto, una frase que se podría aplicar perfectamente a los jóvenes españoles es: "Encima de cornudos, apaleados". Aparte de tener que sufrir unos niveles de paro astronómicos, una precariedad laboral espantosa y unos precios de la vivienda estratosféricos que les impiden independizarse y les obligan a depender de sus padres hasta más allá de los 30 años sólo les falta que los "viejunos" les llamen vagos o flojos, que no se esfuerzan para nada, que su única ilusión es coger un "colocón" o una "tajada" el próximo fin de semana y que viven como Dios en casa de sus padres (dando por sentado que a un hombre hecho y derecho de 30 años le encanta estar sometido a las normas de otros y que le traten como si fuese un adolescente). Sin duda, la juventud española merece una santificación colectiva por todo lo que ha tenido que sufrir y está sufriendo.
No olvidemos, para acabar, que muchas personas de esa generación en torno a los 55 ó 60 años, aunque con sus buenas condiciones laborales mantiene todavía a hijos que dependen económicamente de ellas y que dejaríamos de ver los bares llenos si nos dedicásemos a despedir en masa a personas de esas edades, hacen de tapón, copando los mejores puestos e impidiendo su acceso a gente más joven y preparada. No se trata de que un joven de 24 años, sin experiencia laboral y con los estudios recién terminados, deba tener un puesto de gerente o director general, pero tampoco es de recibo que personas altamente formadas se lleven años y años encadenando becas que no llevan a ninguna parte y muriéndose de pena, simplemente por no haber nacido en la época adecuada o no tener los contactos necesarios para acceder a puestos de más nivel.
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