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El blog de Silverfox

Villa, el fútbol y los estudios

    Recientemente, el padre del futbolista español David Villa, uno de los jugadores más destacados del Mundial celebrado este verano en Sudáfrica y autor, entre otros, del gol que dio la victoria a España ante Portugal y su pase a cuartos de final ha declarado: "Se olvidaba los libros cuando iba al colegio, pero el balón... nunca."

    No cabe duda de que Villa es un grandísimo delantero que ya jugó un papel muy importante en la Eurocopa de hace dos años (junto con Fernando Torres, autor del gol de la final contra Alemania) y también lo está teniendo en el actual Mundial. Por supuesto, si gana España será uno de los jugadores más decisivos de la selección nacional.

    Además, cae bien porque parece una persona sensata, con dos dedos de frente y una cabeza bien amueblada. No es el típico niñato imbécil, que en cuanto empieza a ganar algo de dinero pierde los papeles y se le sube el éxito a la cabeza (un buen ejemplo de esto en el mismo fútbol sería Cristiano Ronaldo, que además es un jugador completamente sobrevalorado, que marca muchos goles a equipos de medio pelo, como el Xerez, el Valladolid o la selección de Corea del Norte, pero casi siempre se atasca en partidos decisivos ante rivales de más nivel, como contra el Barcelona esta última temporada o con su selección en el encuentro ante España de esta misma semana; en ese sentido, el astro argentino Messi es mucho más resolutivo en esa clase de partidos).

    Aún así, el mensaje que transmite es demoledor: muchos chavales pensarán "¿Para qué estudiar, para ganar con suerte mil euros y tener que vivir con mis padres hasta los 40 años, cuando con el fútbol me puedo forrar?" o "¿Estudiar? Eso es de pringados y una pérdida de tiempo".

    No sólo los futbolistas son un paradigma de esto: también lo podemos ver en los dueños y dirigentes de equipos de fútbol. Un ejemplo muy claro podría ser el capo del Betis en la sombra, Manuel Ruiz de Lopera, que apenas sabe escribir su nombre, da vergüenza ajena cada vez que abre la boca ("Prozupuehto der Rear Beti Balompié pá la prózima temporá", "Habéi acolasao la Parmera", "Er pratiyo volante ehtará terminao ante der ziglo dohmí", "Lah criaturitah comen arcatufa"), pero posee una de las mayores fortunas de España y es dueño de la mitad del suelo más caro de Sevilla, varios edificios en Madrid y una serie de empresas, entre otros negocios.

    Podemos seguir con los políticos que sólo tienen el bachiller o empezaron la carrera y la dejaron en los dos primeros años.

    Con todos estos ejemplos, el mensaje que transmitimos a nuestras generaciones más jóvenes es: "No estudies, dedícate a jugar al fútbol o métete en política, que se gana mucho con eso". Y así nos va, que no nos extrañemos si los niños dicen que de mayores quieren ser futbolistas (dejando de estudiar a los 13-14 años para dedicarse de lleno a esa profesión), pegar un braguetazo casándose con una famosa de la televisión o una aristócrata, dar un pelotazo inmobiliario o bursátil o simplemente envgancharse a los juegos de azar con la esperanza de que algún día les toque la Primitiva o el pleno al 15 en la quiniela (aun teniendo en cuenta que mucha gente que consigue eso se gasta el dinero en pocos años y acaba viviendo bajo un puente o volviendo a casa de sus padres a pedirles dinero y que les preparen rápido un plato de albóndigas o lentejas).

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